EL DIOS QUE YO CONOZCO

30.05. HEBREOS - Bosquejo

I. El puesto supremo y la suprema autoridad de Jesucristo, 1: 1 a 2: 18.

A. Su igualdad con el Padre, 1: 1-3.

B. Su superioridad sobre los ángeles, 1: 4-14.

C. La importancia de aceptar la salvación que proporciona Cristo, 2: 1-4.

D. El propósito de la encarnación de Cristo, 2: 5-18.
1. El elevado destino de la raza humana, 2: 5-8.
2. La posibilidad de la salvación debido a la encarnación, 2: 9-18


II. El "reposo" que queda para el pueblo de Dios, 3: 1 a 4: 16.

A. La fidelidad de Cristo, nuestro apóstol y sumo sacerdote, 3: 1-6.

B. El fracaso del antiguo Israel al no entrar en el "reposo" de Dios, 3: 7-19.
1. Una exhortación a la fidelidad nuestra, 3: 7-15.
2. lncredulidad: la causa del fracaso de Israel, 3: 16-19.

C. Una exhortación a entrar en el "reposo" de Dios mediante Cristo, 4: 1-16.
1. Prueba de que permanece la promesa del "reposo", 4: 1-11.
2. Una admonición a encontrar ese "reposo" en Cristo, 4: 12-16.

III. La suprema condición de Cristo como sumo sacerdote, 5: 1 a 8: 13.

A. Cristo constituido sumo sacerdote por el Padre, 5: 1-10.
1. La función de un sumo sacerdote, 5: 1-3.
2. La designación de Cristo, 5: 4-6.
3. La preparación de Cristo para servir como sumo sacerdote, 5: 7-10.

B. Exhortación a aceptar a Cristo como sumo sacerdote, 5: 11 a 6: 20.
1. La lentitud de muchos para comprender el papel de Cristo como sumo sacerdote, 5: 11-14.
2. La confianza del autor de que sus lectores crecerán en entendimiento, 6: 1-12.
3. La certeza de la esperanza cristiana, 6: 13-20.

C. Cristo como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec, 7: 1-28.
1. La elevada posición de Melquisedec, 7: 1-4.
2. El sacerdocio de Melquisedec anterior y superior al aarónico, 7: 5-11.
3. El sacerdocio aarónico reemplazado por el de Cristo, 7: 12-24.
4. La eficacia y permanencia del sacerdocio de Cristo, 7: 25-28.

D. Cristo como sumo sacerdote del santuario celestial, 8: 1-5.

E. El nuevo pacto, bajo el cual Cristo es el sumo sacerdote, 8: 6-13.


IV. El ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote, 9: 1 a 10: 22.

A. Una descripción del santuario terrenal y sus servicios, 9: 1-7.

B. El significado simbólico del santuario terrenal, 9: 8-14.

C. Cristo como mediador del nuevo pacto, 9: 15-28.
1. Ratificación del antiguo pacto y dedicación de su santuario mediante sangre, 9: 15-22.
2. La sangre de Cristo da eficacia al nuevo pacto, 9: 23-28.

D. El sacrificio de Cristo superior al sacrificio de animales, 10: 1-22.
1. La ineficacia de sacrificios de animales, 10: 1-4.
2. La eficacia y permanencia del sacrificio de Cristo, 10: 5-18.
3. La exhortación a aceptar el ministerio sacerdotal de Cristo, 10: 19-22.

V. Una exhortación a la fidelidad y a la vida piadosa, 10: 23 a 13: 17.

A. En vista del día del juicio y de la venida de Cristo, 10: 23-39.

B. En vista del fiel ejemplo de ilustres personajes antiguos, 11: 1 a 12: 2.

C. A pesar de las pruebas y las persecuciones, 12: 3-13.

D. A pesar de las tentaciones, 12: 14-29.

E. Respecto a situaciones específicas de la vida diaria, 13: 1-17.

VI. Bendición apostólica y saludo personal, 13: 18-25.

30.04. HEBREOS - Tema

El libro de Hebreos consiste esencialmente de una comparación y un contraste entre los símbolos mediante los cuales Dios presentó el plan de salvación a su pueblo escogido en los días del AT, y la realidad del ministerio de Cristo en favor de los pecadores a la luz de la cruz.

Las experiencias del antiguo Israel bajo el sistema simbólico son presentadas como una lección y una advertencia para los cristianos. Mediante el sistema simbólico y las experiencias de Israel que vivió bajo ese sistema, Pablo procura desarrollar una comprensión y un aprecio más completos por el ministerio de Cristo en las moradas celestiales.

30.03. HEBREOS - Marco histórico

La cuestión que quizá produjo el resquebrajamiento más profundo en la iglesia apostólica fue, sin duda alguna, el tema de la ley ceremonial y su observancia por los cristianos. El concilio de Jerusalén había liberado a los cristianos de origen gentil de las obligaciones propias de esa ley, pero psicológicamente la gran comunidad cristiana de origen judío, de Palestina, no estaba preparada para participar de esa libertad. Esos cristianos pensaban, a no dudarlo, que porque eran judíos debían practicar esos ritos. No se daban cuenta de que para todos, sin excepción, los ritos ceremoniales habían encontrado su cumplimiento en Jesucristo. Esta situación hizo surgir una malsana tensión en la iglesia, ya que un amplio sector seguía un complicado sistema de vida religiosa ignorado por otro sector.

Pablo y quienes lo acompañaban, comprendían suficientemente bien los ritos mosaicos y las ceremonias para evaluarlos correctamente y darles su debido lugar en el plan de salvación. Pablo conocía la naturaleza transitoria de ese sistema y sabía que ya se había cumplido el período para su abrogación. La iglesia cristiana de origen judío, cuyo centro estaba en Jerusalén, parecía desconocer las calamidades que pronto sobrevendrían a esa ciudad. Los cristianos de origen judío aún guardaban las fiestas, seguían sacrificando como en años anteriores y continuaban en su celo por la ley ceremonial (ver Hechos 15). Tenían sólo un vago concepto de la obra de Cristo en el santuario celestial; sabían poco de su ministerio; no comprendían que sus sacrificios eran inútiles debido al gran sacrificio del Calvario. Esos millares de cristianos judaicos "todos... celosos por la ley" (Hechos 21:20), tendrían que enfrentarse a una crisis cuando fueran destruidos la ciudad y el templo. Esto evidentemente ocurrió sólo un corto tiempo después de que se escribió la Epístola a los Hebreos.

Había llegado el tiempo cuando los ojos de los cristianos de origen judío debían abrirse a las realidades celestiales. Cuando su templo fuera destruido, les sería necesario que su fe se basara en algo seguro y firme que no fallara. Si su atención pudiera fijarse en el Sumo Sacerdote celestial, en el santuario y en los sacrificios mejores que los de becerros y machos cabríos, no desfallecerían cuando desapareciera el santuario terrenal. Pero si no tenían esta esperanza, si carecían de una visión del santuario del cielo, se sentirían confundidos y perplejos cuando vieran la destrucción del templo en que tanto habían confiado. Era importante que los cristianos judíos entendieran estas cosas, no sólo por ellos mismos sino también para beneficio de las iglesias gentiles que estaban en las provincias, entre las cuales serían esparcidos los creyentes de Jerusalén durante la guerra con Roma que era inminente.

Se cree que en esa hora de crisis apareció el libro de Hebreos. Contenía precisamente la ayuda necesaria: luz acerca del tema del santuario, de Cristo como Sumo Sacerdote, de la sangre "que habla mejor que la de Abel" (cap. 12: 24); del reposo que queda para los hijos de Dios (cap. 4: 9); de la bendita esperanza que es "segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo" (cap. 6: 19).

30.02. HEBREOS - Autor

La paternidad literaria del libro a los Hebreos ha sido motivo de debates desde los primeros tiempos. Muchos atribuían el libro a Pablo, pero otros se oponían intensamente a esta opinión.

Orígenes, padre de la iglesia que escribió a comienzos del siglo III, concluía su examen del libro con esta declaración: "Quien la haya escrito es sólo conocido por Dios" (citado por Eusebio, Historia eclesiástica vi, 25, 14).

Otros padres pensaban que el autor pudo haber sido Bernabé, Apolos, Clemente o Lucas.

Esta incertidumbre en cuanto a la paternidad literaria de la Epístola a los Hebreos fue un factor importante en la renuencia de muchos antiguos cristianos del occidente del Imperio Romano para aceptarla como canónica. No fue aceptada en Occidente sino hasta la segunda mitad del siglo IV. En los siglos siguientes cesó la discusión sobre la paternidad literaria de Hebreos, y la mayoría de los cristianos la aceptó como obra de Pablo, opinión que fue apoyada en forma general hasta los tiempos modernos; entonces se agitó de nuevo la polémica, debatida especialmente por los eruditos.

No son pocos los que afirman que es un libro anónimo.

He aquí tres opiniones:
"... escrito anónimo, donde alienta el espíritu de San Pablo, uno de los documentos esenciales de la revelación del Nuevo Testamento" (BJ, 1975, Introducción de las Epístolas de San Pablo, p. 1608). "Que el autor de la Epístola a los Hebreos sea Pablo, no admite duda; es, con todo, cierto que a las órdenes del Apóstol, bajo su dirección y responsabilidad, colaboró un redactor cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros (BC, 1961, Epístola a los Hebreos, p. 1432). "Quedamos, pues, en que la epístola tiene por autor a Pablo, pero a otro, que no sabemos quien sea, por redactor" (NC, 1974, Epístola a los Hebreos, p. 1427).

Esta es la típica posición actual. Entre los posibles redactores de la Epístola a los Hebreos, el que más se menciona es Apolo (ver Hechos 18:24-28).

Las evidencias en contra del punto de vista de que Pablo escribió la Epístola a los Hebreos han sido extraídas mayormente de consideraciones en cuanto al estilo literario y el contenido del libro. Es posible que el vocabulario de un autor y su estilo varíen según el tema de que trate, pero esas variaciones serán principalmente en los términos técnicos, característicos de los diversos temas acerca de los cuales se escriba. Su vocabulario general y especialmente las palabras que escoja casi inconscientemente para expresarse -preposiciones, adverbios y especialmente los nexos conjuntivos-, son considerados por la mayoría de los eruditos como indicaciones mucho mejores de su estilo que su terminología técnica.

Cuando el libro de Hebreos se compara con las epístolas generalmente aceptadas de Pablo, es notablemente distinto, especialmente en las palabras comunes y en los enlaces sintácticos con que el autor une las oraciones y los razonamientos en la epístola.

Otra clara diferencia radica en el empleo de citas del AT. En las epístolas aceptadas comúnmente como paulinas, se emplea un grupo de frases más o menos estereotipadas para comenzar las citas del AT, mientras que en Hebreos se usa otro tipo. Las epístolas muestran que el apóstol también usaba con relativa libertad los pasajes del AT. Sus citas siguen con frecuencia la LXX, pero a veces presenta lo que evidentemente es su propia traducción del hebreo. Y en otras ocasiones se satisface con dar una cita aproximada o paráfrasis. Por contraste, las citas del AT que hay en Hebreos están tomadas casi textualmente de la LXX.

Apreciando el tema en su conjunto, el estilo literario general de Hebreos difiere notablemente del de cualquiera de las epístolas que llevan el nombre de Pablo. El estilo paulino en éstas tiene la marca inconfundible de vívidos y fervientes pasajes que revelan el torrente impetuoso de los pensamientos de lautor, quien no se preocupa por un estilo literario pulido. Pero Hebreos presenta un tema completamente organizado y mantiene un nivel retórico más elevado que el de cualquier otro libro del NT.

Esta marcada diferencia de estilo fue observada por los escritores a comienzos del cristianismo, para los cuales el griego koiné era su lengua materna.

Clemente de Alejandría (m. c. 215 d.C., citado por Eusebio en su Historia eclesiástica vi. 14. 2 y 3), sugiere que Pablo escribió Hebreos en hebreo y que Lucas lo tradujo al griego. Esta explicación queda excluida por el hecho de que Hebreos contiene una cantidad de juegos de palabras en griego, que no podían haber sido traducciones de otro idioma. Pero la afirmación de Clemente es significativa porque implica el reconocimiento de que el griego del libro de los Hebreos no parece ser el griego de los escritos de Pablo.

Orígenes (m. c. 254 d. C.), uno de los eruditos prominentes de la iglesia primitiva, también reconoció la dificultad de armonizar el estilo de Hebreos con el estilo de Pablo. Su solución era que "los pensamientos son los del Apóstol, pero la dicción y la fraseología son de otro cualquiera que recordó los dichos del Apóstol y escribió en sus momentos de ócio las cosas que habían sido dichas por su maestro" (citado por Eusebio, Historia eclesiástica vi. 25. 13).

Por medio del descubrimiento de los papiros bíblicos de Chester Beatty, del siglo III, se puso de manifiesto alguna probable evidencia en favor de la paternidad literaria paulina de la Epístola a los Hebreos. En el códice que contiene las epístolas paulinas, Hebreos se halla entre Romanos y 1 Corintios. Aunque este hecho no demuestra la paternidad literaria paulina de Hebreos, es un significativo indicio de que desde muy antiguo en la historia de la iglesia había quienes creían que Hebreos debía ser incluida como parte de los escritos de Pablo.

Aunque se han presentado sólidos argumentos contra la paternidad paulina de Hebreos, esas razones no son suficientes para neutralizar la creencia tradicional de que Pablo es el autor. Una gran parte de la diferencia de tono y estilo de Hebreos, en comparación con las epístolas paulinas conocidas, puede ser explicada razonablemente por el hecho de que esas otras epístolas fueron dirigidas a grupos de iglesias o a individuos para hacer frente a problemas particulares.

Aunque se reconoce que hay ciertas diferencias de estilo literario que no pueden ser explicadas con ese argumento, esas diferencias pueden ser razonablemente explicadas suponiendo que Pablo predicó ciertos sermones sobre el tema del ministerio sacerdotal de Cristo, los cuales fueron escritos. Como sucede a veces cuando se utiliza un sistema tal, la forma literaria final del ejemplar transcrito puede tener una marcada influencia del que hizo la transcripción. Es fácil comprender que Pablo no podría haber tenido la oportunidad de redactar esos sermones, pues viajaba incesantemente, y no pasó mucho tiempo antes que sus viajes terminaran con el martirio.

Se acepta generalmente que Hebreos fue escrito antes de la caída de Jerusalén. El número de dirigentes de la iglesia era muy reducido en los años anteriores al año 70 d. C. ¿Cuál de esos dirigentes podría haber expuesto un tema tan profundo como el que se presenta en el libro de Hebreos? La persona más posible es, sin duda alguna, Pablo.

Decir que el autor fue un cristiano desconocido de ese temprano período, sólo levanta un nuevo problema: ¿cómo es posible que un cristiano que poseyera el discernimiento teológico necesario y la capacidad lógica suficiente para producir una obra como Hebreos, pudiera haber quedado en el anonimato en un tiempo cuando los dirigentes cristianos eran tan pocos, pero tan completo el registro que se tenía de los mismos?