Por consenso casi unánime, se cree que los 27 libros del Nuevo Testamento fueron escritos originalmente en griego.
El griego era un idioma muy difundido en el Imperio Romano en los días de Cristo y los apóstoles. Se había extendido por todo el Medio Oriente hacia fines del siglo IV a. C. con la expansión del imperio de Alejandro. Todos sus sucesores fueron gobernantes griegos que fomentaron la difusión del idioma y la cultura de Grecia. El griego llegó a ser tan ampliamente conocido y se arraigó tan profundamente, que los romanos - que crearon su imperio en el siglo I a. C., desde el Atlántico hasta Persia - no pudieron suprimirlo.
El latín predominó en el norte de Africa, España e Italia; pero no tuvo importancia en el mundo oriental. Aun en Italia, donde el latín era la lengua materna, la gente educada sobre todo hablaba griego, como su segundo idioma. Por ejemplo, la Epístola de Clemente, el documento cristiano más antiguo fuera del Nuevo Testamento, fue escrita en griego aunque se escribió en Roma.
Entre los centenares de papiros descubiertos en las ruinas de la casa de un erudito de Herculano - ciudad destruida por la erupción del Vesubio en el año 79 d. C.- había menos de una docena de manuscritos en latín; todos los demás estaban en griego.
Sin embargo, además del griego se usaban otros idiomas en diferentes partes del imperio. Por ejemplo, los judíos de Palestina hablaban arameo; los habitantes de Listra, "lengua licaónica" (Hechos 14: 11) y, por supuesto, los habitantes de Roma hablaban latín.
Esta multiplicidad de idiomas se refleja en la inscripción trilingüe colocada sobre la cruz del Calvario (cf. Juan 19:19, 20) escrita en (1) arameo (llamado hebreo en el Nuevo Testamento), el idioma del país, en (2) griego, el idioma difundido por todo el imperio y en (3) latín, el idioma oficial de la administración romana.
Una situación similar existió en la Palestina moderna durante el período del mandato británico, antes de la primera guerra judío-árabe de 1948, cuando, por ejemplo, los sellos de correos se imprimían en tres idiomas: hebreo, árabe e inglés. Más de un país del mundo tiene dos o más idiomas oficiales; los del Mediterráneo oriental no fueron, ni son, excepciones.
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El griego era un idioma muy difundido en el Imperio Romano en los días de Cristo y los apóstoles. Se había extendido por todo el Medio Oriente hacia fines del siglo IV a. C. con la expansión del imperio de Alejandro. Todos sus sucesores fueron gobernantes griegos que fomentaron la difusión del idioma y la cultura de Grecia. El griego llegó a ser tan ampliamente conocido y se arraigó tan profundamente, que los romanos - que crearon su imperio en el siglo I a. C., desde el Atlántico hasta Persia - no pudieron suprimirlo.
El latín predominó en el norte de Africa, España e Italia; pero no tuvo importancia en el mundo oriental. Aun en Italia, donde el latín era la lengua materna, la gente educada sobre todo hablaba griego, como su segundo idioma. Por ejemplo, la Epístola de Clemente, el documento cristiano más antiguo fuera del Nuevo Testamento, fue escrita en griego aunque se escribió en Roma.
Entre los centenares de papiros descubiertos en las ruinas de la casa de un erudito de Herculano - ciudad destruida por la erupción del Vesubio en el año 79 d. C.- había menos de una docena de manuscritos en latín; todos los demás estaban en griego.
Sin embargo, además del griego se usaban otros idiomas en diferentes partes del imperio. Por ejemplo, los judíos de Palestina hablaban arameo; los habitantes de Listra, "lengua licaónica" (Hechos 14: 11) y, por supuesto, los habitantes de Roma hablaban latín.
Esta multiplicidad de idiomas se refleja en la inscripción trilingüe colocada sobre la cruz del Calvario (cf. Juan 19:19, 20) escrita en (1) arameo (llamado hebreo en el Nuevo Testamento), el idioma del país, en (2) griego, el idioma difundido por todo el imperio y en (3) latín, el idioma oficial de la administración romana.
Una situación similar existió en la Palestina moderna durante el período del mandato británico, antes de la primera guerra judío-árabe de 1948, cuando, por ejemplo, los sellos de correos se imprimían en tres idiomas: hebreo, árabe e inglés. Más de un país del mundo tiene dos o más idiomas oficiales; los del Mediterráneo oriental no fueron, ni son, excepciones.