Otra clase de errores frecuentes es la omisión de palabras, de frases o hasta de líneas completas.
Todo mecanógrafo (o digitador) sabe cuán fácil es saltar de una palabra a otra igual que se halla en una línea posterior, omitiendo así el trozo que hay entre esas dos palabras. Los eruditos llaman a esto un error "homoioteléutico", esto es, omisión debido a similitud o parecido de ciertas palabras.
En los manuscritos del Nuevo Testamento no sólo se encuentra esta clase de omisión textual, sino también otras.
En otros casos aparecen adiciones en el texto cuando, por ejemplo, se añade el artículo definido en ciertos pasajes, que no los tienen en los manuscritos más antiguos.
La palabra "Jesucristo" aparece en lugares donde en los textos más antiguos sólo dice "Jesús", y también el atributo "santo" se antepone a la palabra "Espíritu".
Unas variantes son originadas por errores ortográficos; otras, por confundir palabras que parecen similares a la vista, pero que tienen un significado diferente.
Los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento se escribieron sólo con mayúsculas, sin espacios entre las palabras, sin signos de puntuación y sin acentos; por lo tanto, era fácil que el ojo inexperto leyera mal ciertas palabras.
Además, es evidente que ciertas notas escritas por lectores en los márgenes de algunos manuscritos, a veces se consideraban erróneamente como parte del texto original por algún copista posterior, quien las incorporó a los nuevos manuscritos.
Esos copistas pensaban, sin duda, que la anotación marginal era una omisión de un copista anterior, y que se había escrito en el margen después de descubrirse el supuesto error. Por esta razón han aparecido en manuscritos posteriores adiciones que no se hallan en las copias más antiguas.