3.03. Unciales y cursivos

Hay una notable diferencia entre la escritura de los documentos griegos comunes antiguos - tales como cartas y facturas - y la escritura de las obras literarias. Los primeros (cursivos) están escritos con minúsculas y muchas de sus letras están unidas; pero los segundos (unciales) se escribían casi exclusivamente con letras mayúsculas bien formadas y separadas, adaptadas de las mayúsculas que se usaban en las inscripciones.

En contraste con los manuscritos hebreos, en los cuales las palabras estaban separadas con una marca o con un espacio, los manuscritos griegos no presentan esas divisiones. En los antiguos manuscritos griegos faltan signos de puntuación, acentos y los espíritus suaves y ásperos (característicos del idioma griego).

Las letras mayúsculas de esos manuscritos son llamadas "unciales", nombre que deriva de la palabra latina uncia, que significa "duodécima parte". Se supone que una línea común de tal escritura contiene doce de esas letras. Un códice escrito en mayúsculas se llama uncial.

A comienzos del siglo IX empezó a desarrollarse una escritura cursiva más bella y elegante que la antigua para la producción de libros. Las letras eran más pequeñas, tomaban menos espacio y podían escribirse más rápidamente que las unciales. Estas letras fueron llamadas minúsculas, del latín minusculus: de pequeñas dimensiones.

El manuscrito más antiguo escrito con minúsculas es un texto griego que ahora está en Leningrado, y que lleva la fecha de 835 d. C.

Desde fines del siglo IX los manuscritos cursivos o en minúscula fueron sustituyendo más y más a los unciales, hasta que fueron completamente reemplazados alrededor de los siglos X u XI.

Por lo tanto:
(1) son exclusivamente unciales los manuscritos bíblicos griegos escritos hasta el siglo VIII, inclusive;
(2) los que pertenecen a los siglos IX y X unos son unciales y otros cursivos; y
(3) los del siglo XI en adelante, todos son cursivos.

La manera de escribir es, pues, uno de los factores que ayudan a determinar la antigüedad de un manuscrito bíblico. Otros factores son la forma de las letras, el estilo de la escritura, la clase de abreviaturas usadas y la relación existente entre las letras y las líneas trazadas.

Todos estos factores juntos hacen posible que un paleógrafo pueda determinar con aproximación la antigüedad de documentos escritos aun cuando no lleven fecha. Los escribas, acostumbrados a escribir en columnas angostas en los papiros, continuaron con ese hábito cuando escribían en hojas de pergaminos de un tamaño mucho mayor; por eso escribieron varias columnas en una página.

Los manuscritos bíblicos más antiguos bastante completos - el Sinaítico, el Vaticano y el Alejandrino - tienen respectivamente cuatro, tres y dos columnas.

La mayoría de los manuscritos bíblicos unciales tienen dos columnas, semejantes a las Biblias modernas; en cambio, los manuscritos cursivos por lo general sólo tienen una columna por página, pues a medida que pasaba el tiempo se hizo más pequeño el tamaño de los libros.

Otro indicio externo de los antiguos manuscritos bíblicos que ayuda al estudiante del Nuevo Testamento a comprender ciertos problemas de exégesis, es el hecho de que la división de palabras al final de una línea se hacía arbitrariamente, sin regla alguna.

De modo que un vocablo podía ser dividido en cualquiera de sus letras. Esto produjo ciertas variantes en los manuscritos bíblicos y en las traducciones.

Por ejemplo, en Marcos 10:40 los antiguos traductores al latín leían αλλοις allois en vez de αλλ οις all hois, con lo cual Jesús estaba diciendo "para otros está preparado", en vez de "para quienes está preparado".

Como los manuscritos antiguos no tenían signos de puntuación, las frases eran a veces divididas incorrectamente. Un ejemplo clásico de esta división se halla en Luc. 23:43.

Aunque los escribas separaban a veces los párrafos mediante espacios, sus manuscritos no tenían divisiones por medio de capítulos o versículos como se hace en las Biblias actuales.


En el siglo XIII se comenzó la división de la Biblia en capítulos. Según algunos especialistas la hizo Esteban Langton, arzobispo de Canterbury (m. 1228 d. C.); pero según otros el autor de esa innovación fue el cardenal español Hugo de San Caro, alrededor del año 1250 d. C.


La división en versículos se introdujo tres siglos después, cuando el editor Roberto Estienne, de París, empleó esas divisiones en su edición grecolatina de 1551 para ayudar a encontrar los pasajes en los dos textos diferentes.

Las palabras sagradas Dios, Señor, Jesús y Cristo casi siempre se abreviaban por medio de una contracción. Se piensa que esto se hacía por reverencia, así como lo hacían los escribas hebreos con el Tetragrámaton (YHWH, las cuatro letras, nombre de Dios) en los MSS hebreos del AT.

Con el correr del tiempo aparecieron en los manuscritos abreviaturas y contracciones, en su mayoría palabras relacionadas con Dios y asuntos sagrados. A estas palabras, llamadas nómina sacra, se les colocaba encima un trazo horizontal para indicar la contracción.