EL DIOS QUE YO CONOZCO

18.05. 1 CORINTIOS - Bosquejo

I. Introducción, 1: 1-9.

A. Saludos iniciales, 1: 1-3.
1. Identificación del autor y sus colaboradores, 1: 1.
2. Destino de la epístola, 1: 2.
3. Bendición inicial, 1: 3.
B. Elogio por el crecimiento espiritual, 1: 4-9.

II. Condenación de irregularidades, 1: 10 a 6: 20.

A. Facciones en la iglesia, 1: 10 a 4: 21.
1. Reproche del espíritu faccioso, 1: 10- 13.
2. Defensa de Pablo en cuanto a su ministerio y el Evangelio,1: 14 a 2: 16.
3. La inconsecuencia del espíritu partidista, 3: 1-23.
4. Se define la debida actitud ante los dirigentesespirituales, 4: 1-21.

B. El incesto, 5: 1-13.

C. Litigio ante tribunales seculares, 6: 1-20.

III. Respuestas a preguntas hechas por los creyentes corintios, 7: 11 a 11: 1.

A. Enseñanza acerca del matrimonio, 7: 1-40.
1. Se ordena el reconocimiento recíproco de los derechos matrimoniales, 7: 1-6.
2. Se recomienda el celibato en ciertas circunstancias, 7:7-11.
3. El problema de los casamientos con incrédulos, 7: 12-16.
4. La aceptación de Cristo no debe cambiar la condición social, 7: 17-24.
5. Instrucciones acerca de las vírgenes, 7: 25-40.

B. Instrucciones acerca de lo sacrificado a los ídolos, 8: 1 a 11: 1.
1. Se recomienda abstención por causa del hermano débil, 8:1-13.
2. Se ilustra el uso que hace Pablo de la libertad cristiana, 9: 1-27.
3. Amonestación contra la idolatría, 10: 1-22.
4. El debido uso de la libertad cristiana, 10: 23 a 11: 1.

IV. La debida conducta en el culto cristiano, 11: 2 a 14: 40.

A. Uso del velo en las mujeres, 11: 2 a 14: 40.

B. La forma debida de celebrar la Cena del Señor, 11: 17-34.

C. El lugar y la función de los dones espirituales, 12: 1 a 14: 40.
1. Origen y diversidad de los dones espirituales, 12: 1-31.
2. El amor es el más grande de los dones, 13: 1-13.
3. Un estudio de los dones de lenguas y de profecía, 14: 1-40.

V. La doctrina de la resurrección, 15: 1-58.

A. La certeza de la resurrección, 15: 1-34.
B. La naturaleza literal de la resurrección, 15: 35-50.
C. La esperanza de la resurrección realizada en la segunda venida de Cristo, 15: 51-58.

VI. Conclusión, 16: 1-24.

A. Instrucciones acerca de la ofrenda para los pobres, 16: 1-4.
B. Presentación de planes para una visita a Corintio, 16: 5-9.
C. Pedido de que se reciba bien a Timoteo, 16: 10-11.
D. Decisión de Apolos de permanecer en Efeso, 16: 12.
E. Exhortaciones finales, 16: 13-18.
F. Saludos finales, 16: 19-24.

18.04. 1 CORINTIOS - Tema

El principal propósito de la carta es doble: en primer lugar, reprochar la apostasía que había provocado en la iglesia la introducción de prácticas que corrompían las enseñanzas del Evangelio; y en segundo lugar, enseñar o explicar puntos de creencia y de práctica acerca de los cuales los creyentes habían pedido aclaraciones.

Pablo no encubrió el pecado ni lo trató con indulgencia. Fue imparcial en su condenación, y no procuró lisonjear ninguna de las transgresiones ni tampoco paliarlas en forma alguna. Con firmeza y severidad condenó las desviaciones de la senda de la rectitud.

Junto con la presentación de las irregularidades y el reproche por los crecientes males de la iglesia, se ve la piedad compasiva y la tierna misericordia que siempre se hallan en el corazón de los verdaderos colaboradores con Cristo, un amor que siempre procura levantar al caído, restaurar al extraviado y curar al alma herida.

Pablo sabía que el amor, y no la fuerza ni la aspereza, es el poder que convierte y conquista el corazón. Por lo tanto, la intervención quirúrgica espiritual a la que sometió a la iglesia de Corinto fue seguida por el bálsamo consolador del amor apacible. Esto se ve especialmente en la exposición magistral del amor cristiano que se encuentra en el cap. 13.

En lo referente a enseñanzas, la epístola trata de varios asuntos prácticos, como el matrimonio, la participación en alimentos ofrecidos a los ídolos, el comportamiento en los servicios de la iglesia, la Cena del Señor y el debido empleo de los dones espirituales.

18.03. 1 CORINTIOS - Marco histórico

La Primera Epístola a los Corintios fue escrita en Efeso (1 Cor. 16: 8). Esta ciudad fue el escenario de la actividad misionera de Pablo durante "tres años"(Hechos 20: 31), y el centro principal de su obra durante su tercer viaje misionero (Hechos 19; 20: 1).

La carta fue escrita cuando él estaba por partir para Grecia y Macedonia, pero esperaba permanecer en Efeso "hasta Pentecostés"(1 Cor. 16: 5-8); sin embargo, las circunstancias apresuraron su partida (Hechos 19: 21 a 20: 3). Las evidencias permiten que situemos la carta en la primeraparte del año 57 d.C.

La iglesia de Corinto fue establecida durante el segundo viaje misionero de Pablo. El apóstol había pasado por lo menos 18 meses en ese lugar. Su obra había sido ardua y exitosa, y se estableció una próspera iglesia (Hechos 18:1-11).

La antigua ciudad de Corinto estaba situada en el istmo que une el Peloponeso con la Grecia continental. Estaba situada en el extremo sur del istmo, en una llanura entre el istmo y una colina conocida como Acrocorinto, en la cima de la cual había una ciudadela y un templo. La ciudad estaba, pues, estratégicamente ubicada.

El tráfico terrestre entre Peloponeso y el Ática pasaba por Corinto. Su estratégica ubicación entre el golfo Sarónico, con Atenas y El Pireo al este, y el golfo de Corinto al oeste del istmo, la convirtieron en un centro mercantil de una gran parte del comercio que fluía desde Asia hacia Europa y viceversa.

Algunos fenicios se establecieron en la ciudad y prosiguieron con su oficio de hacer tintura de púrpura, del murex trunculus de los mares vecinos. También introdujeron otras artes, y establecieron el culto inmoral de las deidades fenicias.

Corinto era una importante ciudad comercial, situada en una encrucijada de rutas marítimas. Floreció en ella el flagelo del libertinaje, hasta el punto que el mismo nombre de la ciudad se convirtió en un sinónimo de sensualidad. El verbo "corintianizar" significaba libertinaje desenfrenado.

Cuando se comprende cómo era la religión de Corinto, es evidente la maravillosa gracia de Dios que venció a las fuerzas del mal y estableció una iglesia de santos regenerados en esa ciudad de tan mala fama. Por su riqueza, lujo, comercio y población cosmopolita, Corinto bien mereció el título que le dio Barnes: "París de la antigüedad".

La deidad principal era Afrodita, la diosa del amor en su forma más inmoral y de la pasión desenfrenada, por lo que no es difícil imaginarse el efecto de esta deificación de la sensualidad. El templo de Apolo estaba construido en la ladera norte de la Acrocorinto. Mil bellas jóvenes actuaban como prostitutas públicas ante el altar de la diosa del amor. Eran sostenidas mayormente por extranjeros, y la ciudad, como producto de su inmoralidad, obtenía un ingreso seguro.

La tarea a la que hizo frente el mensajero del Evangelio en la antigua ciudad de Corinto, se presenta muy bien en estas palabras: "Si el Evangelio pudo triunfar en Corinto, puede vencer cualesquiera que sean las circunstancias" (W.D. Chamberlain).

Tres años después de la fundación de la iglesia y durante la ausencia de Pablo, surgieron numerosos problemas que demandaban la atención del apóstol; esto lo sabemos por la misma epístola.

En primer lugar, algunas facciones habían debilitado la iglesia. Debido a la elocuencia y conocimiento de Apolos, muchos de la iglesia lo habían ensalzado por encima de Pablo (1 Cor.1: 12; 3: 4; cf. Hechos 18: 24 a 19: 1). Otros se jactaban de que no eran seguidores ni de Pablo ni de Apolos, sino de Pedro, uno de los apóstoles originales (1 Cor. 1: 12). Otros afirmaban no estar unidos a ningún dirigente humano, y profesaban ser seguidores de Cristo (cap. 1: 12).

Además, como los miembros de esa iglesia vivían en medio de la disoluta población de Corinto, muchos que habían renunciado a sus caminos de impiedad recayeron en sus antiguos hábitos de vida (cap. 5).

La iglesia también se había desacreditado debido a que los cristianos llevaban sus pleitos a los tribunales seculares. La Cena del Señor se había convertido en una ocasión de comilonas (cap. 11: 17-34) .

Asimismo habían surgido preguntas en cuanto al matrimonio y problemas sociales relacionados con él (cap. 7), en cuanto al consumo de alimentos sacrificados a los ídolos (cap. 8) y acerca de la debida conducta de las mujeres en el culto público (cap. 11: 2-16).

También se entendía mal la función adecuada de los dones espirituales (cap. 12-14). Algunos eran escépticos en cuanto a la realidad y la forma de la resurrección (cap. 15).

Pablo recibió de Apolos informaciones en cuanto al estado de la iglesia deCorinto, y cuando surgieron divisiones en la iglesia, Apolos se retiró. Cuando éste estuvo con Pablo en Efeso, el apóstol lo instó a que regresara a Corinto; pero no tuvo éxito.

Otros que informaron a Pablo fueron "los de Cloé" (cap. 1: 11) y también algunos que probablemente formaron una delegación: Estéfanas, Fortunato y Acaico (cap. 16:17).

La situación era tal que causó serios temores a Pablo. Él ya había escrito una carta a la iglesia, y hay la posibilidad de que hubiera visitado brevemente a Corinto durante su permanencia en Efeso. También había enviado a Timoteo (1 Cor. 4: 17; cf. cap. 16: 10) y a Tito a Corinto. Además, redactó la carta que ahora conocemos como 1 Corintios, en la que trataba los diversos problemas que habían surgido.

18.02. 1 CORINTIOS - Autor

Con la excepción de algunos críticos radicales que llegan a dudar si Pablo existió alguna vez, generalmente ha sido aceptada la paternidad literaria paulina de esta epístola. Se cree en realidad que junto con 2 Corintios, Romanos y Gálatas, es la mejor autenticada de todas las cartas de Pablo.

El nombre del autor aparece tanto al comienzo como al fin de esta epístola (1 Cor. 1: 1-2; 16: 21).

La carta fue dictada a un amanuense o secretario, excepto el saludo al final del libro, en donde Pablo declara que lo escribió con su "propia mano" (cap. 16: 21).

No se conoce la razón exacta para que el apóstol utilizara secretarios, pero indudablemente ésa era su costumbre (Rom. 16: 22; Col. 4: 18;2 Tes. 3: 17). Una posible razón es que Pablo tenía vista deficiente.

18.01. 1 CORINTIOS - Título

En el griego, el título de esta epístola es sencillamente "Para Corintios A", es decir, "uno".

No figura nada acerca de Pablo el apóstol como autor de la carta. En el manuscrito de 1 Corintios de los papiros bíblicos de Chester Beatty, el manuscrito de esta epístola más antiguo que existe, copiado alrededor del siglo III d. C., aparece el título en su forma más sencilla. Se supone que en el autógrafo no había ningún título.

17.00. ROMANOS

Ver blog: EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS

Título

Autor

Marco histórico

Tema

Bosquejo

16.01. HECHOS DE LOS APÓSTOLES - Bosquejo

I . Introducción, 1: 1-11.

A. El "primer tratado" de Lucas, el Evangelio, 1: 1.

B. La comisión evangélica, 1: 2-8.

C. La ascensión de Cristo, 1: 9-11.


II. Ministerio en Jerusalén, 1: 12 a 7: 60.

A. En espera del poder del Espíritu, 1: 12-26.
1. El regreso de los apóstoles a Jerusalén, 1: 12-13.
2. El período de oración, 1: 14.
3. Muerte de Judas, 1: 15-20.
4. Designación de Matías como sucesor de Judas, 1: 21-26.

B. El poder del Espíritu, 2: 1-47.
1. El derramamiento del Espíritu, 2: 1-13.
2. Sermón de Pedro, 2: 14-36.
3. Resultados del sermón, 2: 37-41.
4. Devoción y crecimiento de la naciente iglesia, 2: 42-47.

C. Curación del cojo, 3: 1 a 4: 3 1.
1. El milagro de curación hecho en nombre de Cristo, 3: 1 -11.
2. El sermón de Pedro, 3: 12-26.
a. Acusación contra los judíos, 3: 12-18.
b. Llamado al arrepentimiento, 3: 19-26.
3. Arresto de Pedro y Juan, 4: 1-4.
4. Enjuiciamiento y liberación de los apóstoles, 4: 5-22.
5. La reunión de alabanza de la iglesia, 4: 23-31.

D. La comunidad cristiana primitiva, 4: 32 a 6: 7.
1. Bienes en común, 4: 32 a 5: 11.
a. Los creyentes comparten sus posesiones, 4: 32-37.
b. Fraude y muerte de Ananías y Safira, 5: 1-11.
2. Oposición de las autoridades, 5: 12-40.
a. Milagros de curación, 5: 12-16.
b. Arresto, liberación y nuevo arresto de los apóstoles, 5: 17-28.
c. Defensa de Pedro, 5: 29-32.
d. Gamaliel aconseja moderación, 5: 33-40.
3. Predicación de casa en casa, 5: 41-42.
4. Nombramiento de los diáconos, 6: 1-7.

E. Arresto y muerte de Esteban, 6: 8 a 7: 60.
1. La predicación de Esteban, uno de los siete diáconos, 6: 8-10.
2. Arresto y enjuiciamiento de Esteban, 6: 11 a 7: 53.
a. El arresto, 6: 11-14.
b. Iluminación de Esteban, 6: 15.
c. Su defensa, 7: 1-53.
3. Muerte de Esteban, 7: 54-60.


III. Ministerio en Palestina y Siria, 8: 1 a 12: 23.

A. Dispersión de la iglesia por la persecución, 8: 1-4.

B. Felipe, Pedro y Juan en Samaria, 8: 5-25.
1. Ministerio fructífero de Felipe, 8: 5-13.
2. Pedro reprende a Simón y su simonía, 8: 14-25.

C. Ministerio posterior de Felipe, 8: 26-40.
1. Felipe y el etíope, 8: 26-39.
2. Felipe en Azoto y Cesarea, 8: 40.

D. Conversión de Saulo, 9: 1-31.
1. Saulo de Tarso, el perseguidor, 9: 1-2.
2. Saulo ve a Cristo en visión, y se convierte, 9: 3-17.
3. Su bautismo y primera predicación, 9: 18-22.
4. Los judíos traman su muerte, 9: 23-24.
5. Su huida a Jerusalén con Bernabé, y su regreso a Tarso, 9:25-30.
6. La iglesia deja de ser perseguida, 9: 31.

E. Ministerio posterior de Pedro, 9: 32 a 10: 48.
1. Milagros de curación, 9: 32-42.
a. Eneas curado de parálisis, 9: 32-35.
b. Dorcas es resucitada, 9: 36-42.
2. Conversión de Cornelio, 9: 43 a 10: 48.
a. Cornelio es dirigido hacia Pedro en Jope, 9: 43 a 10: 8.
b. Visión de Pedro acerca de lo limpio y lo inmundo, 10: 9-16.
c. Pedro va a Cesarea e instruye a Cornelio, 10: 17-43
d. Cornelio y los que estaban con él son bautizados, 10: 44-8.

F. El Evangelio a los gentiles, 11: 1-30.
1. Pedro defiende ante los apóstoles su ministerio entre los gentiles, 11: 1-18.
2. El Evangelio a los judíos fuera de Palestina, 11: 19-21.
3. Bernabé y Pablo en Antioquía, 11: 22-26.
4. Los cristianos de Antioquía alivian el hambre de Judea, 11:27-30.

G. Santiago y Pedro son perseguidos, 12: 1-23.
1. Herodes Agripa I encarcela y ejecuta a Santiago, 12: 1-2.
2. Encarcelamiento de Pedro y su milagrosa liberación, 12:3-19.
3. Muerte de Herodes Agripa I, 12: 20-23.


IV. Primer viaje misionero de Pablo, 12: 24 a 14: 28.

A. Pablo y Bernabé en Antioquía, 12: 24-25.

B. Pablo y Bernabé comisionados por los profetas y maestros de Antioquía, 13: 1-3.

C. Su ministerio, 13: 4 a 14: 28.
1. Chipre, 13: 4-12.
2. Perge; regreso de Juan Marcos, 13: 13.
3. Antioquía de Pisidia, 13: 14-50.
4. Iconio, 13: 51 a 14: 5.
5. Listra, 14: 6-19.
6. Derbe y regreso a través de Pisidia, 14: 20-23.
7. Regreso a Antioquía, 14: 24-28.


V. El concilio de Jerusalén, 15: 1-35.

A. Dificultades con los judaizantes, 15: 1, 5.

B. Delegados al concilio, 15: 2-4.

C. El debate, 15: 6-18.

D. La decisión, 15: 19-29.

E. La decisión se hace conocer en Antioquía, 15: 30-33.

F. Silas, Pablo y Bernabé quedan en Antioquía, 15: 34-35.


VI. Segundo viaje misionero de Pablo, 15: 36 a 18: 22.

A. Disensión entre Pablo y Bernabé, 15: 36-39.

B. Pablo y Silas parten para Cilicia, 15: 40-41.

C. El llamado de Timoteo en Listra, 16: 1-3.

D. El ministerio en Galacia, 16: 4-10.
1. El cuidado de las iglesias, 16: 4-5.
2. El Espíritu les impide ir a Asia y Bitinia, 16: 6-7.
3. El llamado macedónico en Troas, 16: 8-10.

E. El Evangelio en Europa, 16: 11 a 18: 17.
1. Filipos, 16: 11-40.
2. Tesalónica, 17: 1-9.
3. Berea, 17: 10-14.
4. Atenas, 17: 15-34.
5. Corinto, 18: 1-17.
a. Trabajo de Pablo, 18: 1-5.
b. Expulsión de la sinagoga, 18: 6-11.
c. Intervención de Galión, 18: 12-17.

F. Regreso a Antioquía, 18: 18-22.


VII. Tercer viaje misionero de Pablo, 18: 23 a 21: 17.

A. Ministerio en Galacia y Frigia, 18: 23.

B. Apolos en Efeso y Corinto, 18: 24-28.

C. Pablo rebautiza a conversos de Juan el Bautista, 19: 1-7.

D. Evangelización de Efeso, 19: 8-41.

E. Ministerio en Macedonia y Grecia, 20: 1-5.

F. Reunión en Troas en el primer día de la semana, 20: 6-12.

G. Reunión en Mileto con los ancianos de Efeso, 20: 13-38.

H. El viaje a Jerusalén, 21: 1-17.


VIII. Arresto y enjuiciamientos de Pablo, 21: 18 a 26: 32.

A. Informe de Pablo a los apóstoles y la purificación en el templo, 21: 18-26.

B. El alboroto, 21: 27-32.

C. Detención de Pablo, 21: 33-39.

D. Su defensa ante la multitud, 21: 40 a 22: 22.

E. Primer encarcelamiento de Pablo, 22: 22 a 26: 32.
1. Una nueva audiencia, 22: 22-30.
2. Defensa ante el sanedrín, 23: 1-10.
3. Visión de Pablo, 23: 11.
4. Complot de los judíos contra Pablo, 23: 12-22.
5. Pablo es trasladado a Cesarea, 23: 23-35.
6. Detención bajo el poder de Félix, 24: 1-27.
7. Pablo apela a César ante Festo, 25: 1-12.
8. Festo pide consejo a Herodes Agripa II, 25: 13-27.
9. Defensa de Pablo ante Agripa y Festo, 26: 1-29.
10. Su inocencia es confirmada, 26: 30-32.


IX. Viaje a Roma y encarcelamiento, 27: 1 a 28: 31.

A. El viaje, 27: 1 a 28: 16.
1. De Cesarea a Mira, 27: 1-5.
2. De Mira a Buenos Puertos, 27: 6-12.
3. En Creta y el naufragio, 27: 13-44.
a. La tormenta, 27: 13-20.
b. Seguridad de Pablo de que ninguno perecerá, 27:21-26.
c. El naufragio, 27: 27-44.
4. Desembarco en Melita, 28: 1-10.
5. Terminación del viaje a Roma, 28: 11-16.

B. Defensa de Pablo ante los judíos en Roma, 28: 17-29.

C. Los dos años de Pablo en Roma 28: 30-31.

16.00. HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Ver blog: HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Título

Autor

Marco histórico

Tema

15.05. JUAN - Bosquejo

I. Prólogo: El Verbo de Dios encarnado, 1: 1-18.

II. Comienzos del ministerio, bautismo hasta la pascua, 27-28 d. C., 1: 19 a 2:12.

III. Ministerio en Judea, de pascua a pascua, 28-29 d. C., 2: 13 a 5: 47.

A. En la primera pascua, 2: 13 a 3: 21.
B. Ministerio en Judea, 3: 22-36.
C. Retiro temporario de Judea, 4: 1-54.
D. En la segunda pascua, 5: 1-47.

IV. Ministerio en Galilea, de pascua a pascua, 29-30 d. C., 6: 1 a 7: 1.

V. Ministerio, de pascua a pascua, 30-31 d. C., 7: 2 a 11: 57.

A. En la fiesta de los tabernáculos, 30 d. C., 7: 2 a 10: 21.
B. En la fiesta de la dedicación, invierno (diciembre-febrero), 30-31 d. C., 10: 22-42.
C. La resurrección de Lázaro, 11: 1-57.

VI. Ministerio final en Jerusalén, pascua, 31 d. C., 12: 1 a 19: 42.

A. Acontecimientos previos a la semana de la pasión, 12: 1-11.
B. Los dirigentes judíos rechazan a Jesús, 12: 12-50.
C. La última cena, 13: 1-30.
D. Enseñanzas antes de partir, 13: 31 a 16: 33.
E. Oración de intercesión de Jesús, 17: 1-26.
F. Getsemaní, 18: 1-12.
G. El enjuiciamiento, 18: 13 a 19: 16.
H. La crucifixión y la inhumación, 19: 17-42.

VII. La resurrección; apariciones posteriores; 20: 1-29; 21: 1-23.

VIII. Epílogo, 20: 30-31; 21: 24-25.

15.04. JUAN - Tema

Cuando el Evangelio de Juan fue escrito hacia fines del siglo I, tres grandes peligros amenazaban la vida y la pureza de la iglesia cristiana. El más serio era la decadencia de la piedad; otro era la herejía, sobre todo el gnosticismo, que negaba la realidad de la encarnación y fomentaba el libertinaje; el tercero era la persecución.

Habían transcurrido unos 30 años desde que se escribieron los Evangelios sinópticos, y el anciano Juan, único sobreviviente de los doce, sintió el deseo de presentar de nuevo la vida de Cristo, a fin de contrarrestar las fuerzas malignas que amenazaban destruir la iglesia.

Se necesitaba un cuadro vívido del Salvador a fin de fortalecer la fe en la realidad de las grandes verdades del Evangelio, tales como la encarnación de Jesús, su verdadera divinidad y verdadera humanidad, su vida perfecta, su muerte expiatoria, su gloriosa resurrección y su prometido retorno. "Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él [Cristo] es puro" (1 Juan 3: 3).

Solamente cuando la vida y la misión del Salvador se conservan como una realidad viviente en la mente y en el corazón, puede ser efectivo en la vida el poder transformador de su gracia. Por eso Juan declara que su relato fue "escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (cap. 20: 31).

Admite francamente que podría haber referido mucho más (vers. 30), pero que sólo ha relatado aquellos hechos que considera más convenientes para atestiguar de las grandes verdades fundamentales del Evangelio. Lo movió la certeza de que lo que lo había convencido a él, convencería también a otros (cf. 1 Juan 1: 1-3).

hubo un tiempo cuando pesó sobre el Evangelio de Juan la acusación de que tendía hacia el gnosticismo. El pensamiento gnóstico cristiano giraba en torno del concepto de que, en esencia, el bien y el mal deben identificarse con el espíritu y la materia, respectivamente. Se enseñaba que aquellos en cuyas almas reside una chispa de la luz celestial son prisioneros en este mundo de materia. Se afirmaba que la salvación consiste en obtener el conocimiento necesario para escapar del reino de la materia al reino del espíritu. El gnosticismo negaba la verdadera encarnación de Cristo y sostenía que la forma humana que los hombres creían ver era una apariencia. El Cristo divino -según el gnosticismo-, había entrado en el Jesús humano en su bautismo, y se había retirado antes de su muerte en la cruz.

Indudablemente, Juan procuraba contrarrestar, al menos en parte, estos falsos conceptos acerca del pecado y de la salvación mediante su relato de la vida de Jesús.

Unos 30 años antes, Pablo había escrito a la iglesia de Colosas acerca de los peligros ocultos en lo que era entonces la nueva e intrigante secta del gnosticismo (Colosenses 2: 8; Hechos 20: 29-30). Ahora Juan se enfrentaba con una filosofía vigorosa y cada vez más popular, que amenazaba la misma vida de la iglesia.

Con buen criterio, emanado de la inspiración, Juan se abstiene de atacar directamente el gnosticismo, y se limita a la declaración positiva de la verdad. Es digno de notar que - evidentemente, en forma intencional- evita el uso de ciertos sustantivos griegos tales como γνωσις [gnôsis] "conocimiento", πιστις [pístis] "fe", y σοφια [sophía] "sabiduría", palabras claves del vocabulario gnóstico.

Comienza el Evangelio afirmando con lenguaje inconfundible la verdadera deidad de Cristo y la realidad de su encarnación. Aparentemente, la selección que hizo de los sucesos relatados se debió al deseo de presentar aquellos aspectos de la vida y del ministerio de Cristo que revelan en forma muy clara estas verdades fundamentales.

Exceptuando unos pocos casos notables -las bodas de Caná, la visita a Sicar, la curación del hijo del "oficial", la alimentación de los 5.000 y el sermón acerca del pan de vida- Juan trata exclusivamente, y a menudo extensamente, aquellos sucesos ocurridos en Judea que implicaban a los dirigentes de la nación judía. En este sentido, su Evangelio es un complemento de los sinópticos, que se ocupan ampliamente del ministerio en Galilea y pasan por alto en relativo silencio la mayoría de los hechos ocurridos en Judea.

Existen otras diferencias entre Juan y los sinópticos.
Hay extensas secciones de su Evangelio dedicadas a largas polémicas en el templo de Jerusalén. Además, se dedican varios capítulos a las instrucciones impartidas a los discípulos en la víspera de la crucifixión. Por otra parte, Juan no dice nada en cuanto a acontecimientos de tal magnitud como el bautismo, la transfiguración o la experiencia del Getsemaní.

Tampoco relata ningún caso de curación de un demoníaco. Los milagros que él registra son presentados específicamente como pruebas del poder divino, y contribuyen al propósito ya anunciado de demostrar que Jesús es el Hijo de Dios. No relata ninguna de las parábolas de los sinópticos.

Su meta no es tanto escribir biografía o historia como escribir teología, aunque también emplea mucho material histórico y biográfico. Mientras los escritores sinópticos presentan el mesianismo de Jesús en forma inductiva, Juan lo afirma osadamente en el primer capítulo, y luego presenta la prueba.

Otras importantes diferencias radican en la diferente cronología de la vida de Cristo. Si no existiese otro registro sino el de los sinópticos, probablemente llegaríamos a la conclusión de que el ministerio de Cristo se extendió durante un período no mucho mayor que el de un año, mientras que el relato de Juan exige reconocer al menos 2 1/2 años, y da a entender un período de 3 1/2 años.
También hay una diferencia entre Juan y los sinópticos en cuanto a su correlación de la última pascua con la crucifixión.
La palabra clave de este Evangelio es "Verbo", Gr. λογος [lógos] (cap. 1: 1), usada en su sentido literal solamente en el capítulo introductorio. Lógos, como palabra específica, parece haberse originado con los estoicos, que la empleaban para designar la sabiduría divina como la fuerza integrante del universo. El filósofo judío Filón usa la palabra lógos 1.300 veces en su exposición del AT.

Se ha afirmado muchas veces que Juan usa la palabra λογος [lógos] en este sentido filosófico; pero el λογος [lógos] de Juan es estrictamente cristiano. Presenta a Jesús como la expresión encarnada de la sabiduría divina que hizo posible la salvación, la encarnación de la voluntad divina y del carácter divino, del poder divino activo en la transformación de la vida de los hombres.

Juan se refiere vez tras vez al hecho de que Jesús vino a la tierra como la expresión viviente de la mente, la voluntad y el carácter del Padre. Esto se ve en las 26 veces donde cita a Jesús cuando habla del Padre como de "el que me envió" o alguna frase equivalente, como también en su uso de verbos sinónimos para referirse a que la misión de Cristo provenía del Padre. Presenta al Salvador de la humanidad como el Creador de todas las cosas, la Fuente de luz y vida.

También hace resaltar la importancia de creer la verdad acerca de Jesús. Para esto usa la palabra "creer" o su equivalente más de 100 veces. Si bien es cierto que el Evangelio según Juan es nuevo y definidamente cristiano en sus conceptos, se estima que 427 de sus 879 versículos reflejan el AT, ya sea por cita directa o por alusión.

15.03. JUAN - Marco histórico

Para un breve bosquejo del fondo histórico de la vida y la misión de Jesús, ver MATEO - Marco histórico.

15.02. JUAN - Autor

Este Evangelio es anónimo en el sentido de que, por razones conocidas sólo por el autor, éste evita deliberadamente toda mención de su persona por nombre.

No se identifica como uno de los dos discípulos que primero siguieron a Jesús (cap. 1:37), y con obvia modestia se refiere a sí mismo con las expresiones: "aquel discípulo" (cap. 21:23), "el discípulo a quien amaba Jesús" (vers. 20), "el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas" (vers. 24).

Desde muy antiguo, la tradición cristiana ha señalado a Juan el amado, no sólo como la fuente de información, sino también como el escritor del Evangelio que lleva su nombre.

Juan se distinguió por sobre los otros doce como "el discípulo a quien amaba Jesús" (cap. 21: 20). La llama de la lealtad personal y de la ardiente dedicación a su Maestro parecía arder más pura y más brillante en su corazón que en el de sus compañeros.

Así como Cristo, por ser el único que conocía perfectamente al Padre, era el único que podía revelarlo perfectamente, así también Juan estaba en magníficas condiciones para presentar, en su Evangelio, las sublimes verdades acerca de Cristo.

Cuando Juan y su hermano Jacobo llegaron por primera vez a Cristo, recibieron el apodo de "hijos del trueno". Eran orgullosos, seguros de sí mismos, ambiciosos de honores, iracundos; se ofendían fácilmente; a menudo albergaban el deseo de vengarse y, ciertamente, lo llevaban a cabo cuando tenían la oportunidad. Eran graves defectos, y es indudable que Juan no fue escogido como discípulo por tener un carácter agradable o noble. Pero, por debajo de esta apariencia desalentadora Jesús discernió un corazón ardiente, sincero y amante. Fue al comienzo un alumno lerdo, pero en quien el Maestro vio un apóstol dinámico. Cuando Juan tomó sobre sí el yugo de Cristo, se transformaron su carácter y toda su vida.

Al contemplar a Jesús, Juan sintió el supremo anhelo de asemejarse a su Maestro. Era menor que los otros discípulos y, con la confianza y la admiración que la juventud siente por un héroe, le abrió el corazón a Jesús. Siempre estaba al lado de su Maestro y, como resultado de entregarse más de lleno a la influencia de esa vida perfecta, llegó a reflejarla más plenamente que sus compañeros. Su espíritu era más receptivo, más sumiso. Cuando la pura luz del Sol de justicia le reveló uno tras otro sus defectos, se humilló y aceptó el reproche implícito en la vida perfecta de Cristo y explícito en sus palabras de consejo y reprobación. A medida que entregaba su vida a la influencia del Salvador, el amor y la gracia divinos lo fueron transformando.

El hogar de la infancia de Juan estaba en Betsaida, una aldea de pescadores en la orilla norte del mar de Galilea. Su padre parece haber sido un hombre de bastantes recursos y de cierta posición social, y su madre se unió al grupo de mujeres piadosas que suplían las necesidades de Jesús y de los doce en sus viajes por Galilea y por otras partes de Palestina. Juan fue miembro de ese círculo íntimo de tres hombres a quienes Jesús tuvo como compañeros especiales, y que compartieron con él las vivencias más profundas de la misión de su vida.

Ya en la cruz, Jesús le encomendó a Juan el cuidado de su madre. La tradición cuenta que muchos años más tarde ella fue a vivir con el apóstol a Efeso, donde él dirigía las comunidades cristianas de la región. Juan fue el primero de los discípulos en llegar a la tumba en la mañana de la resurrección, y el primero en comprender la gloriosa verdad de que el Señor había resucitado (cap. 20: 8).

Desde ese momento se dedicó por entero a proclamar al Salvador crucificado, resucitado y próximo a volver, dando testimonio de lo que había oído, visto y experimentado del "Verbo de vida" (1 Juan 1:1-2).

15.01. JUAN - Título

Casi sin excepción, desde los primeros siglos se ha conocido el cuarto Evangelio con el nombre de Evangelio según Juan.

14.05. LUCAS - Bosquejo

I. Infancia, niñez y juventud, 1:1 a 2:52.

II. Preparación para el ministerio, hacia septiembre del año 27 d. C., 3:1 a 4:13.

III. Ministerio en Galilea, de pascua a pascua, 29-30 d. C., 4:14 a 9:17.
A. Comienzo del ministerio en Galilea, 4:14-41.
B. Primera gira misionera por Galilea, 4:12 a 5:16.
C. Ministerio en Capernaúm y alrededores, 5:17 a 6:16.
D. El Sermón del Monte, 6:17-49.
E. Segunda gira misionera por Galilea, 7:1 a 8:56.
F. Tercera gira misionera por Galilea, 9:1-17.

IV. Retiro del ministerio público, primavera a otoño, año 30 d. C., 9:18-50.

V. Ministerio en Perea, otoño a primavera, año 30-31 d. C., 9:51 a 19:27.
A. Ministerio en Samaria y Perea, 9:51 a 10:24.
B. Enseñanza mediante parábolas, 10:25 a 18:14.
C. El último viaje a Jerusalén, 18: 15 a 19: 27.

VI. Concluye el ministerio en Jerusalén, pascua, año 31 d. C., 19:28 a 23:56.
A. Enfrentamiento con los escribas y fariseos, 19:28 a 21:4.
B. Sermón en el monte de los Olivos, 21:5-38.
C. Arresto y juicio de Jesús, 22:1 a 23:25.
D. Crucifixión y entierro de Jesús, 23:26-56.

VII. Resurrección y apariciones posteriores a su resurrección, 24:1-53.

14.04. LUCAS - Tema

Mateo presenta a Jesús como el gran Maestro y exponente de la verdad divina.

Marcos lo presenta como el Hombre de acción, poniendo énfasis en sus milagros como una manifestación del poder divino que atestigua que es el Mesías.

Lucas pone a Jesús en contacto íntimo con las necesidades de la gente, destacando el aspecto humano de su naturaleza y presentándolo como el Amigo de la humanidad.

Juan presenta a Jesús como el divino Hijo de Dios.

Como Mateo escribió en primer lugar para la gente de ascendencia judía, presenta la genealogía de Jesús a partir de Abrahán, el fundador de su nación; pero Lucas, que escribe para la gente de todas las razas, presenta la genealogía de Jesús partiendo de Adán, padre de la raza humana.

Lucas, más que ningún otro evangelista, se refiere a los incidentes que destacan el interés y el ministerio de Jesús por los gentiles. Menciona también más que los otros evangelistas a los centuriones romanos, y lo hace siempre en forma favorable.

La visión del mundo que tiene Lucas se hace evidente en sus escritos sobre las apelaciones de Pablo a los gentiles (Hechos 14: 15-17; 17: 22-31).

En los escritos de Lucas apenas si se hallan rastros del exclusivismo Judío, pero sí puede descubrirse de vez en cuando en Mateo y Marcos.

Una evidencia más de que Lucas fue el escritor del Evangelio que lleva su nombre, puede verse en los términos médicos que aparecen frecuentemente en su libro (Lucas 4:38; 5:12; 8:43, etc.), los cuales podrían indicar que su autor era médico (Colosenses 4: 14).

14.03. LUCAS - Marco histórico

Para un breve bosquejo del fondo histórico de la vida y la misión de Jesús, ver MATEO - Marco histórico.

14.02. LUCAS - Autor

El consenso antiguo y unánime de la tradición cristiana señala a Lucas como el autor del Evangelio que lleva su nombre.

El historiador eclesiástico Eusebio (m. c. 340) dice específicamente que Lucas es el autor de este Evangelio (Historia eclesiástica, iii. 4. 6).

Un siglo antes Tertuliano (m. c. 230) se refirió a Pablo como el "iluminador" de Lucas, esto es, el que había animado a éste y le había dado mucha de la información que contienen sus escritos.

Ireneo escribió alrededor del año 185 d. C.: "Lucas, el seguidor de Pablo, escribió en un libro el Evangelio predicado por éste".

El famoso Fragmento Muratoriano, una parte de un documento escrito a fines del segundo siglo, concuerda con Ireneo, pues declara que el tercer Evangelio fue escrito por Lucas, un médico y compañero de Pablo.

Las tradiciones más antiguas señalar, pues, unánimemente a Lucas como el autor del Evangelio que lleva su nombre.

El Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles pueden considerarse como los tomos 1 y 2 de una obra que bien podría titularse Origen y desarrollo del cristianismo.

La introducción del libro de los Hechos (cap. 1:1) señala nítidamente a un solo autor para ambos libros, y el estilo literario y la dicción son evidentemente los mismos. Además, ambos libros son dedicados a una misma persona: a Teófilo (Lucas 1:3; Hechos 1:1).

Las secciones de los Hechos donde el escritor utiliza el plural "nosotros" indican claramente que éste era un constante compañero de Pablo, especialmente durante los años finales del ministerio del apóstol.

Parece que el autor se asoció con Pablo desde Troas - durante los primeros días de la predicación en Grecia (Hech. 16:10-18) -, lo acompañó en su visita final a Palestina (cap. 20:5 a 21:18) y también durante su viaje a Roma (cap. 27: 1 a 28: 16).

Lucas, como colaborador de Pablo, envía saludos (Filemón 23-24; Colosenses 4:14) a aquellos a quienes se dirigen estas cartas.

Casi al final de su último encarcelamiento en Roma, Pablo escribió a Timoteo: "Sólo Lucas está conmigo" (2 Timoteo 4:11). Los demás compañeros de Pablo, o habían sido enviados en misiones a otras iglesias o lo habían abandonado.

Pablo tuvo que haber sentido, en medio de las angustias de sus últimos días, un profundo aprecio por el tierno y eficiente servicio de un hombre como "Lucas, el médico amado". Es, pues, bastante claro que Lucas fue el autor del libro de los Hechos y del Evangelio que lleva su nombre.

El contexto de Colosenses 4:11-14 parece sugerir que Lucas no era judío sino gentil, porque no es incluido en la lista de los de la circuncisión sino en la de otros conocidos como gentiles.

El Evangelio de Lucas se considera generalmente como una de las mejores obras literarias del Nuevo Testamento, y en muchos aspectos es el más próximo al estilo de los grandes escritores griegos. Esto se evidencia en forma especial en el prólogo (Luc. 1:1-4).

Eusebio (Ibíd.) describe así a Lucas: "por raza, de Antioquía; y de profesión, médico".

Probablemente era originario de Antioquía, y algunos han pensado que fue en esta ciudad donde escribió; pero otros han sugerido que lo hizo en Roma.

Lucas y Pablo son los escritores más prolíficos del Nuevo Testamento. Se desconocen el lugar y la manera de la muerte de Lucas, aunque la tradición afirma que fue martirizado en Grecia, y añade que fue clavado sobre un olivo verde.

Los eruditos más conservadores asignan la composición de este Evangelio a una fecha no posterior al año 63, por las siguientes razones: fue escrito aparentemente antes de los Hechos (Hechos 1:1).

La abrupta conclusión de los Hechos se considera generalmente como una evidencia de que este libro fue escrito durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma, alrededor de los años 61-63, probablemente poco después de su llegada a esa ciudad. La explicación más sencilla para esta abrupta conclusión es que Lucas no escribió más en los Hechos porque en ese momento no había nada que añadir.

Sería extremadamente improbable que el juicio, liberación, nuevo arresto, sentencia y ejecución de Pablo hubieran sido omitidos del registro de los Hechos si estos eventos ya hubieran sucedido cuando se escribía este libro. Además, no hay evidencia de que dichos sucesos fueron parte del texto original de los Hechos y que más tarde se perdieron.

A la luz de estas circunstancias es fácil suponer que los Hechos fueron escritos alrededor del año 63 y el Evangelio de Lucas en una fecha anterior (Hechos 1:1), aunque no puede decirse cuántos años antes.

14.01. LUCAS - Título

Los manuscritos más antiguos de este Evangelio dicen sólo "Según Lucas"; pero en manuscritos posteriores se lee: "El Evangelio según San Lucas" o "El santo Evangelio según Lucas".

13.05. MARCOS - Bosquejo

I. Preparación para el ministerio, otoño, 27 d. C., 1:1-13.

II. Ministerio en Galilea, de pascua a pascua, 29-30 d. C., 1:14 a 7:23.
A. Primer ministerio en Galilea, 1:14-34.
B. La primera gira misionera, 1:35-45.
C. Ministerio en y alrededor de Capernaúm, 2:1 a 3:19.
D. La segunda gira misionera, 3:20 a 5:43.
E. La tercera gira misionera, 6:1 a 7:23.

III. Retiro del ministerio público, primavera a otoño, 30 d. C., 7:24 a 9:50.
A. Ministerio en las regiones limítrofes a Galilea, 7:24 a 8:10.
B. Vislumbres de la cruz, 8:11 a 9:50.

IV. Ministerio en Perea, otoño 30 d. C. a primavera 31 d. C., 10:1-52.

V. Conclusión del ministerio en Jerusalén, pascua, 31 d. C., 11:1 a 15:47.
A. Conflictos con los escribas y los fariseos, 11:1 a 12:44.
B. Profecía de Jesús en cuanto a la caída de Jerusalén y su segunda venida, 13:1-37.
C. Arresto y juicio de Jesús, 14:1 a 15:20.
D. Crucifixión y entierro de Jesús, 15:21-47.

VI. Resurrección y apariciones de Jesús, 16:1-20.

13.04. MARCOS - Tema

Marcos es el más corto de los cuatro Evangelios; sin embargo, en muchos aspectos es el más ágil y vigoroso de todos.

Aunque sólo tiene dos tercios de la extensión de Mateo, registra la mayor parte de los incidentes que menciona éste. Su estilo es terso, fuerte, incisivo, vívido, pintoresco, y a menudo da detalles significativos que no mencionan los otros evangelistas.

Marcos da énfasis a Jesús como un Hombre de acción, mientras que Mateo lo presenta como un Maestro. Por lo tanto, Marcos registra casi todos los milagros que mencionan los otros Evangelios sinópticos.

Una palabra muy característica de Marcos es ευθυς [euthus]: "luego" (cap. 1: 10, 12, 18, 20, 21, 29); "enseguida", "inmediatamente", "al instante" (cap. 1:30, 42); "al momento" (cap. 4:16). La utiliza más a menudo que todos los otros escritores del Nuevo Testamento juntos.

Marcos relata la vida de Cristo mayormente en orden cronológico, y no por tópicos como lo hace Mateo.

Su énfasis en los milagros señala claramente su propósito: destacar el supremo poder de Dios, como puede verse en las"maravillas" y "milagros" hechos por Jesús. Este es el objetivo primario de Marcos, así como el de Mateo es señalar que Jesús cumplió todas las predicciones de los profetas del AT.

Mateo prueba que Jesús es el Mesías basándose en que es Aquel de quien los profetas dieron testimonio.

Marcos prueba que Jesús es el Mesías por el testimonio que da de su poder divino, el cual, presumiblemente, sería más convincente para los lectores a quienes se dirigía: cristianos de origen gentil, posiblemente romanos.

13.02. MARCOS - Autor

El testimonio constante y unánime de la tradición cristiana señala a Juan Marcos como el autor de este Evangelio.

El nombre Marcos deriva del latín Marcus, y es a la vez su apellido (Hechos 12:12, 25).

Su primer nombre era Juan (Hechos 13:5, 13), y el nombre de su madre, María (Hechos 12:12). Era primo de Bernabé (Colosenses 4: 10), quien antes había vivido en Chipre (Hechos 4:36).

En el hogar de Marcos, en Jerusalén, parece que estaba el "aposento alto", en donde por un tiempo, al menos, vivieron algunos de los apóstoles después de la resurrección y ascensión de Jesús (Juan 20:19; Hechos 1:13), y en donde se reunían los miembros de la primera iglesia en Jerusalén (Hechos 12:12).

Juan Marcos acompañó a Pablo y a Bernabé en el primer viaje misionero de estos apóstoles (Hechos 13:5, 13); en un viaje posterior Marcos acompañó a Bernabé a la isla de Chipre (Hechos 15: 36-39). Parece que Marcos trabajó más tarde bajo la dirección de Pedro y de Pablo (1 Pedro 5:13; Colosenses 4:10; 2 Timoteo 4:11).

El hecho de que este Evangelio lleve el nombre de una persona tan poco destacada como Marcos, es una evidencia indirecta de su autenticidad y de que él es el verdadero autor. Si este Evangelio fuera una falsificación, sin duda se le habría adjudicado el nombre de una persona mejor conocida, que hubiera estado asociada personalmente con Jesús, como el apóstol Pedro. No hay una razón válida para dudar ni de la autenticidad del libro ni de que Marcos es su autor.

Papías, obispo de Hierápolis, distante unos 16 km (10 millas) de Colosas y unos 10 km (6 millas) de Laodicea, en Asia Menor, fue el primer escritor que se sepa haya afirmado que Marcos era el autor de este Evangelio. En su obra Interpretaciones, según la cita Eusebio (Historia eclesiástica iii. 39. 15), dice así:

"Decía aquel presbítero [muy probablemente el presbítero Juan], refiere Papías, que Marcos, intérprete de Pedro, escribía totalmente con diligencia cuantas cosas encomendaba a la memoria; pero que sin embargo no exponía ordenadamente los dichos y hechos del Señor. Pues él nunca había oído ni seguido al Señor,sino que había vivido después con Pedro, como he dicho, el cual predicaba el Evangelio para utilidad de los oyentes, no para tejer una historia de los discursos del Señor. Por ese motivo en nada faltó Marcos, que escribió algunas cosas tal como las sacaba de la memoria. Porque una sola cosa deseaba, a saber, no omitir nada de lo que había oído, ni agregar a ello alguna falsedad".

Esta declaración concuerda con la siguiente referencia de Pedro: "Marcos mi hijo" (1 Pedro 5:13).

La declaración de Papías se toma generalmente para afirmar que Marcos era el traductor de Pedro cuando éste se dirigía a congregaciones cuyo idioma no hablaba bien, posiblemente en lugares en donde no se hablaba arameo, la lengua nativa de Pedro.

Presumiblemente Marcos tradujo tan a menudo la predicación evangélica de Pedro y se familiarizó tanto con ella, que pudo escribir, bajo la inspiración del Espíritu Santo, el Evangelio que lleva su nombre. La mayoría de los eruditos están de acuerdo en que de los cuatro Evangelios el de Marcos es el primero que se escribió.

Los padres de la iglesia no concuerdan en si Marcos escribió antes o después de la muerte de Pedro (c. 64-66). Ireneo de Lyon afirma (c. 185) que Marcos escribió el Evangelio después de la muerte de Pedro (Contra herejías iii. 1.1); pero Clemente de Alejandría (c. 190) sitúa la escritura de este Evangelio mientras aún vivía Pedro (Eusebio, Historia eclesiástica, vi. 14. 5-7).

La segunda afirmación parece concordar más estrechamente con la información que hay actualmente. Pero sea como fuere, la escritura de este Evangelio debe situarse entre los años 55 al 70.

En el Evangelio de Marcos hay muchas declaraciones que evidencian que fue escrito para lectores no judíos. Palabras como κεντυριων [kenturiôn] (latín, centurio, "centurión"; cap. 15:39), σπεκουλατωρ [spekoulatôr] (latín, spiculator, "verdugo","vigilante"; cap. 6:27), sugieren que, aunque redactado en griego, el idioma culto de esa época, fue dirigido a los romanos.

Marcos pudo haber usado palabras comunes del griego para referirse a esos funcionarios, y no del latín, pero parece que repetidamente escogió palabras latinas transliteradas al griego porque seguramente eran más familiares para sus lectores.

Explica el valor de las monedas (cap. 12:42), ya que sus lectores evidentemente no estaban familiarizados con tales valores.

Explica también la pascua judía (cap. 14: 12) y las costumbres de los fariseos (cap. 7: 3-4).

Traduce además varias palabras y expresiones arameas (cap. 5:41; 7:34; 15:34).

Ninguna de estas explicaciones habría sido necesaria para lectores de Palestina. Pero al mismo tiempo el escritor era obviamente un judío que conocía el arameo y estaba familiarizado con el AT, el cual cita, sin embargo, de la LXX.

13.01. MARCOS - Título

Los manuscritos más antiguos que existen simplemente llevan el título "Según Marcos".

Más tarde, a medida que el término "Evangelio" comenzó a aplicarse a la historia de la vida y el ministerio de Jesús, se incorporó al título de este libro.

El título "El Evangelio Según San Marcos" sólo aparece en manuscritos posteriores.

12.05. MATEO - Bosquejo.

I. Nacimiento, infancia y niñez, 1:1 a 2:23.
A. Antes del nacimiento de Jesús, 1:1-25.
B. La niñez de Jesús, 2:1-23.

II. Preparación para el ministerio, otoño (septiembre-noviembre) de 27 d. C., 3:1 a 4:11.
A. Ministerio de Juan el Bautista, 3: 1-12.
B. El bautismo, 3:13-17.
C. La tentación, 4:1-11.

III. Ministerio en Galilea, de pascua a pascua, 29-30 d. C., 4:12 a 15:20.
A. Comienzos del ministerio en Galilea, 4: 12-25.
B. El Sermón del Monte, 5:1 a 8:1.
C. El poder de Jesús sobre la enfermedad, la naturaleza y los demonios, 8: 2 a 9:34.
D. Instrucción sobre métodos de evangelización, 9:35 a 11:1.
E. La delegación enviada por Juan el Bautista, 11:2-30.
F. Conflicto con los fariseos, 12:1-50.
G. El sermón junto al mar: parábolas del reino, 13:1-52.
H. Fin del ministerio público en Galilea, 13:53 a 15:20.

IV. Terminación del ministerio público, primavera a otoño (marzo-noviembre), 30 d. C., 15:21 a 18:35.
A. Ministerio en las regiones vecinas a Galilea, 15:21-39.
B. Nuevos conflictos con los fariseos, 16:1-12. 269
C. Preparación para la cruz, 16:13 a 17:27.
D. La importancia de la humildad en las relaciones humanas, 18:1-35.

V. Ministerio en Perea, otoño a primavera (septiembre-mayo), 30-31 d. C., 19:1a 20:34.
A. Enseñanzas en Perea, 19:1 a 20:16.
B. El último viaje a Jerusalén, 20:17-34.

VI. Ministerio final en Jerusalén, pascua, 31 d. C., 21:1 a 27:66.
A. Conflicto con los escribas y fariseos, 21:1 a 23:39.
B. Instrucciones en cuanto a la segunda venida de Cristo, 24:1 a 25:46.
C. El arresto y el juicio, 26:1 a 27:31.
D. La crucifixión y la sepultura, 27:32-66.

VII. La resurrección; apariciones posteriores, 28:1-15.
A. La gran comisión, 28:16-20.

12.04. MATEO - Tema

El tema de cada uno de los cuatro Evangelios es la encarnación, la vida ejemplar, el ministerio público, la muerte vicaria, la resurrección y la ascensión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

No fue por un accidente que los cuatro Evangelios llegaron a formar parte del sagrado canon del NT, pues cada uno de ellos hace una contribución propia a la narración evangélica.

La misión del Hijo de Dios en esta tierra era de tal magnitud que hubiera sido difícil, si no imposible, aun para los que estaban más íntimamente relacionados con Jesús, captar el significado de cada detalle de esa maravillosa vida.

A fin de que se preservara para las generaciones futuras un cuadro completo de la vida y del ministerio de Jesús, la Inspiración dirigió y capacitó a cuatro hombres para que se conservara el registro del relato evangélico, escrito quizá desde el punto de vista que a cada uno le interesaba personalmente.

Al escribir, cada uno de los cuatro evangelistas tenía un propósito claro. Cada uno omitió ciertos hechos mencionados por los otros y añadió detalles propios.

Es como si cuatro pintores hubieran pintado un retrato de Jesús, cada uno desde un ángulo diferente. En todos los casos, el tema es el mismo, pero el aspecto es diferente. En su conjunto, los cuatro retratos proporcionan un concepto más completo y perfecto de Jesús de lo que podría hacer un cuadro solo. El retrato así formado por los cuatro evangelistas nos permite contemplar la vida de Cristo en su verdadera perspectiva. Todo lo que necesitamos conocer acerca del Salvador ha sido revelado.

Guiado por la Inspiración, cada evangelista escogió los hechos que mejor se avenían a su propósito, y los ordenó de acuerdo con el punto de vista que eligió. De este modo, algunas veces omitió cosas narradas por los otros, por lo que resulta a veces difícil correlacionar las diversas partes del relato evangélico y asignar a cada una su lugar adecuado en la secuencia de los sucesos.

Cada uno de los cuatro evangelistas presenta a Jesús ante sus lectores de una manera característica, según los propósitos de su propio relato evangélico. Tanto Mateo como Lucas lo presentan haciendo resaltar su papel como Hijo del hombre; Marcos y Juan recalcan su verdadera divinidad y lo destacan como el Hijo de Dios.

Mateo presenta a Jesús como hijo de Abrahán, como judío, Aquel que había venido en cumplimiento de las promesas hechas a los padres. Lucas lo señala como hijo de Adán (Luc. 3:38), y por ende como Salvador de toda la humanidad. Dando por sentada su divinidad, Marcos sencillamente declara que es Hijo de Dios (Mar. 1:1). Juan afirma que la verdadera humanidad de Jesús (Juan 1:14) de ningún modo disminuye el hecho de que es divino en el sentido absoluto de la palabra (Juan 1:1-3).

Una característica distintiva del Evangelio de Mateo es su registro íntegro de los sermones y de los otros discursos del Salvador. Presenta a Cristo como el gran Maestro.

Su Evangelio contiene seis grandes discursos, registrados ampliamente. En los otros Evangelios aparecen en forma breve o no están registrados. Son los siguientes:

(1) el Sermón del Monte, cap. 5-7;

(2) el discurso sobre el discipulado, cap. 10;

(3) el sermón junto al mar, enteramentecompuesto de parábolas, cap. 13;

(4) el discurso sobre la humildad y lasrelaciones humanas, cap. 18;

(5) el discurso sobre la hipocresía, cap. 23;

(6) el discurso sobre el regreso de Cristo, cap. 24-25.

Una segunda característica importante atañe a aquellos aspectos del Evangelio que revelan claramente el tipo de público al cual se dirigía Mateo. Ese público parece haber estado compuesto mayormente de judíos cristianos y de judíos incrédulos. Su propósito evidente era convertir a estos últimos a la fe en Jesús como el Mesías de la profecía, y confirmar la fe de los primeros.

Más que todos los otros escritores evangélicos juntos, Mateo presenta a Jesús como Aquel a quien anticipaban los símbolos del AT y en quien hallaron su cumplimiento. Presenta a Jesús como el que vino no para abolir "la ley", sino para cumplirla (cap. 5:17); como hijo de Abrahán e hijo de David, el padre de la nación y su más ilustre rey, respectivamente.

El falso concepto que los judíos tenían de la persona del Mesías y de la naturaleza de su reino, los llevó a rechazar a Jesús. El Mesías de sus sueños era un gran rey que conduciría la nación a la independencia y a la supremacía mundial. Pero no concebían a su Mesías como Rey de justicia, como Aquel que los llevaría a vencer el pecado en sus propias vidas y a lograr la verdadera libertad espiritual.

Los judíos no podían reconciliar los pasajes del AT que describían a un Mesías sufriente con los otros que predecían su glorioso reinado. Como resultado, no tomaban en cuenta los primeros y hacían una aplicación errónea de los últimos. Para los judíos, estos pasajes contradictorios constituían una paradoja insoluble. Buscaban exclusivamente el reino glorioso del Mesías, y no encontraban lugar en sus planes para el reino de la gracia del Mesías, el requisito previo necesario para alcanzar el reino de gloria.

Mateo parece haber tenido el propósito de resolver este dilema y mostrar que el Mesías vencedor también era un Mesías sufriente. Resuelve este problema mostrando que Jesús era en verdad rey de Israel y la "Simiente" prometida a David, pero que a la vez era un Mesías sufriente.

Otro hecho importante que debe recordarse al estudiar el libro de Mateo es que este Evangelio esencialmente presenta la vida de Cristo en un orden lógico, ordenado por temas, y no cronológicamente. Es verdad que hay cierta secuencia cronológica dentro de la ubicación de las fases principales de la vida y del ministerio de Jesús. Pero la secuencia de los acontecimientos dentro de un período dado no necesariamente sigue el verdadero orden cronológico.

En realidad, Mateo se aparta de la estricta secuencia cronológica más que ningún otro escritor evangélico, puesto que su meta principal es la de desarrollar un concepto específico en cuanto a la vida y la misión de Jesús que contribuya a lograr el propósito primordial que lo movió a escribir. No es el cronista que registra todos los acontecimientos a medida que ocurren, sino el historiador que reflexiona sobre el significado de estos acontecimientos teniendo como telón de fondo la historia de la nación escogida.

12.03. MATEO - Marco histórico

Durante la vida de Cristo, Palestina estaba bajo la jurisdicción de Roma, cuyas legiones, comandadas por Pompeyo, subyugaron la región y la anexaron a la provincia romana de Siria en 64-63 a. C.

Después de haber disfrutado de independencia política durante unos 80 años antes de la llegada de los romanos, los judíos sufrieron mucho por la presencia y la autoridad de los gobernantes extranjeros, tanto civiles como militares.

Cuando el senado romano nombró a Herodes el Grande (37-4 a. C.) como rey sobre buena parte de Palestina, la suerte de los judíos fue aún más angustiosa.

Es fácil entender que el deseo de lograr la independencia se convirtiera en una obsesión general y afectara casi todos los aspectos de la vida nacional. Sobretodo, este deseo impregnaba el pensamiento religioso de la época y la interpretación de los pasajes mesiánicos del AT.

La dominación de los romanos era resultado directo de la desobediencia a los mandatos divinos. Mediante Moisés y los profetas, Dios le había advertido a su pueblo en cuanto a los sufrimientos que seguirían a la desobediencia.

Era natural que los judíos procuraran liberarse del doble yugo que les imponían César y Herodes. En repetidas ocasiones surgieron caudillos que con celo mesiánico lucharon por los derechos del pueblo y para reparar las injusticias por medio de la espada.

Los judíos creían de todo corazón que las profecías mesiánicas del AT les prometían un mesías político que libraría a Israel de la opresión extranjera y subyugaría a todas las naciones.

Las aspiraciones políticas distorsionaban así la esperanza mesiánica, y puesto que Jesús de Nazaret no cumplió estas falsas expectativas, el orgullo nacional impidió que el pueblo reconociera en él a Aquel de quien los profetas habían dado testimonio.

12.02. MATEO - Autor

Los antiguos escritores afirman unánime y consecuentemente que el autor del primero de los cuatro Evangelios fue Mateo, el discípulo.

La evidencia interna indica que el libro fue escrito por un judío convertido al cristianismo. Tal fue el caso de Mateo (Mat. 9:9; cf. Mar. 2:14).

Por haber sido publicano antes de ser llamado al discipulado, Mateo debe de haber estado acostumbrado a conservar registros, cualidad de gran valor para el que escribe una narración histórica.

La modesta referencia que hace de sí mismo en la fiesta (Mat. 9:10;cf. Luc. 5:29) puede compararse con la forma en que Juan (Juan 21:24) y posiblemente Marcos (Mar. 14:51-52) se refieren a sí mismos, y por lo tanto puede ser un testimonio indirecto de que Mateo lo escribió.

En torno del año 140 d. C., Papías de Hierápolis, tal como lo cita Eusebio (Historia eclesiástica iii. 39), afirmó que "Mateo escribió ciertamente los oráculos divinos en lengua hebrea, cada cual los interpretó como pudo".

Medio siglo más tarde, Ireneo escribió, según lo cita Eusebio (Historia eclesiásticav. 8): " 'Mateo... dio a luz entre los hebreos un Evangelio escrito en la lengua de éstos, mientras Pedro y Pablo predicaban a Cristo en Roma y echaban los cimientos de la Iglesia'".

Basándose en estas declaraciones y afirmaciones similares de escritores posteriores, algunos han llegado a la conclusión de que el Evangelio de Mateo fue escrito originalmente en arameo (el "hebreo" de Papías e Ireneo) y fue posteriormente traducido al griego; sin embargo, esta teoría no ha merecido aceptación general.

La evidencia existente hoy está lejos de ser decisiva. En vista de que se sabe que numerosas "obras"circularon entre los judíos sólo en forma oral, se cree que la referencia de Papías con respecto a que Mateo escribió los "oráculos" de Jesús, se refiere más bien a una composición oral y no escrita, y que el "evangelio" de Ireneo quizá fue también un relato oral. No hay evidencia de que Papías e Ireneo se refirieran a lo que hoy conocemos como el Evangelio según Mateo.

Las razones por las cuales inferimos que el Evangelio de Mateo, como lo tenemos hoy, fue escrito originalmente en griego, son las siguientes:

1. El texto griego de Mateo no revela las características de una obra traducida. Los supuestos arameísmos aparecen también en los otros Evangelios, y pueden indicar solamente que el autor pensaba en arameo mientras escribía en griego. El libro de Apocalipsis está repleto de expresiones idiomáticas arameas.

2. La uniformidad de lenguaje y estilo dan claramente la impresión de que el libro fue escrito originalmente en griego.

3. Los notables parecidos lingüísticos con el griego de Marcos, en especial, y en menor grado con Lucas, hacen más difícil la posibilidad de que se trate de una traducción.

12.01. MATEO - Título


Los manuscritos griegos más antiguos del NT existentes hoy dan a este libro el título de "Según Mateo".

El título "El Evangelio de San Mateo" se encuentra en la mayoría de los manuscritos posteriores, menos la palabra "San".

El título que lleva en el Textus receptus, "El Santo Evangelio según Mateo", sólo se encuentra en los manuscritos más recientes.

En las Escrituras, el término "evangelio" (ευαγγελιον [euaggelion]) significa "buenas noticias", "buenas nuevas". Es decir, las buenas nuevas de salvación expuestas en la vida y las enseñanzas de Jesús. No se aplica al registro escrito en sí; sin embargo, después del período neotestamentario, se usó esta palabra también para referirse a los libros que narran la vida de Jesús.

11.04. La Providencia Divina guió la formación del Canon

El estudio de la evolución del canon del Nuevo Testamento proporciona una evidencia convincente de que la mano de la Providencia guió en la formación del canon de la Palabra escrita de Dios.

Como se ha visto ya, las decisiones que produjeron el canon de 27 libros no fueron en esencia la obra de una iglesia organizada que expresara su voluntad mediante un papa o un concilio general.

Más bien, el canon de las Escrituras evolucionó gradualmente durante unos cuatro siglos, a medida que muchos cristianos, bajo la dirección del Espíritu de Dios, reconocieron que ciertas obras habían sido inspiradas por el mismo Espíritu y otras obras no lo habían sido.

En esta obra de selección, divinamente inspirada, ciertas normas ayudaron a los primeros cristianos para decidir qué libros merecían un lugar en las Escrituras y cuáles no; y una de esas normas fue la paternidad literaria.

El Nuevo Testamento era las buenas nuevas acerca de Jesucristo, y naturalmente los cristianos creían que la presentación más auténtica de este pasaje provenía de aquellos hombres que la habían Escrito porque habían estado con Jesús.

Por eso finalmente sólo se aceptaron aquellas obras de las cuales los cristianos estaban claramente convencidos de que habían sido escritas o por un apóstol o por un compañero de un apóstol que escribió en el período apostólico.

Por eso los libros de Marcos y Lucas fueron admitidos debido a que todos los cristianos estaban convencidos de que habían sido escritos en el tiempo de los apóstoles Pedro y Pablo, y quizá bajo su supervisión.

Pero la Epístola de Bernabé, ampliamente aceptada en el siglo II, finalmente fue eliminada del canon porque su contenido demostraba que no pudo haber sido escrita por ese colaborador de los apóstoles.

El Pastor de Hermas gozó del favor de algunos de los primeros cristianos; pero al fin fue excluido del canon porque se originó en el período postapostólico.

Otra norma usada por la iglesia primitiva para la fijación del canon fue el contenido de cada libro.

A veces eso implicaba un discernimiento más sutil que la cuestión de la paternidad literaria. Se necesitaba la evaluación de un libro en términos de su valor intrínseco, su compatibilidad con el resto de las Escrituras y su conformidad con la experiencia cristiana.

Sin duda, en gran medida debido a este principio la iglesia primitiva rechazó muchos Evangelios gnósticos y libros de Apocalipsis de esa misma tendencia.

Para efectuar con éxito todo esto, era esencial la conducción del Espíritu de Dios, el mismo Espíritu que guió la mente de profetas y apóstoles mientras escribían, y que ha hecho surgir la convicción en el corazón de todo verdadero creyente mientras lee las Escrituras de que realmente es la Palabra de Dios.

11.03. El Concilio de Trento (1545-1564) etableció por decreto un canon de las Escrituras obligatorio para todos los miembros de la Iglesia Católica

Los libros apócrifos del Nuevo Testamento fueron rechazados antes y más resueltamente en la iglesia de Occidente que entre los cristianos del Oriente.

Alrededor del año 200 d. C. había en el Occidente una clara definición respecto a los libros cuyo origen apostólico era cuestionable, como lo demuestran Tertuliano y el Fragmento Muratoriano, si bien algunos de esos mismos libros eran usados sin escrúpulos por Clemente de Alejandría.

Los libros apócrifos todavía eran parte de la literatura de la iglesia de Oriente en los siglos III y IV, como lo testifican las obras de Orígenes y de Eusebio.

En ese tiempo dichos libros eran rechazados unánimemente por los padres de la iglesia latina; sin embargo, manuscritos bíblicos posteriores revelan que en algunos círculos continuaron usándose libros apócrifos hasta la Edad Media.

Se sabe que 20 de esos manuscritos contienen una traducción latina del Pastor de Hermas, y más de 100 tienen la así llamada Epístola de Pablo a los Laodicenses.

Es un hecho notable que ninguno de los concilios ecuménicos de la iglesia de los primeros siglos trató de fijar el canon.

El primer concilio ecuménico (reconocido sólo por la Iglesia Católica) que trató del canon fue el Concilio de Trento (1545-1564), el cual estableció por decreto, por primera vez, un canon de las Escrituras obligatorio para todos los miembros de la Iglesia Católica.

Aunque, como ya se mencionó, concilios anteriores habían tratado del canon, esos concilios no eran ecuménicos y, sólo tenían jurisdicción sobre ciertos distritos eclesiásticos.

11.02. La Epístola a los Hebreos

La Epístola a los Hebreos tampoco fue aceptada del todo en la iglesia de Occidente hasta la segunda mitad del siglo IV. La principal razón para esta demora radicó en que se discutía su paternidad literaria.

Los padres latinos de los siglos III y IV no mencionaban la epístola o rechazaban a Pablo como su autor. Por eso está excluida del Catálogo Claromontano, a menos que figure allí como "Epístola de Bernabé", lo que es posible, pero poco probable.

A pesar de todo, los grandes teólogos y dirigentes eclesiásticos latinos de la última parte del siglo IV fueron decididamente influidos por la teología griega del Oriente, donde nunca se había dudado de que Pablo fuera el autor de Hebreos.

Por eso Jerónimo, Hilario de Poitiers, Lucifer de Cagliari, Vigilio de Tapso, Ambrosio, Agustín y otros dirigentes del Occidente comenzaron a aceptar la canonicidad de Hebreos.

Esta tendencia fue legalizada en el sínodo de Roma en 382 d. C. que declaró que en el canon hay 14 cartas de Pablo. Los concilios posteriores de Hipona y Cartago también reconocieron que Hebreos es una epístola paulina.

En su canon del Nuevo Testamento, Agustín, tal como lo presenta en su obra De doctrina cristiana (II. 8, 12-14), no difiere en nada del canon de Atanasio de Alejandría contenido en su 39.a Carta Pascual .

Desde este tiempo en adelante, las iglesias latina y griega tuvieron el mismo canon del Nuevo Testamento de 27 libros.

11.01. El decreto de Roma en 382 d. C.

La decisión final acerca del canon del Nuevo Testamento fue tomada por la iglesia latina en 382 d. C., cuando el sínodo de Roma, presidido por el papa Dámaso, decretó oficialmente que las siete epístolas generales forman parte integral del Nuevo Testamento.

Este decreto atribuyó la Primera Epístola de Juan al apóstol, y las otras dos a otro Juan, que se suponía que fue un presbítero.

La iglesia del norte de Africa siguió ese ejemplo, y en los concilios de Hipona (393 d. C.) y 3.o de Cartago (397 d. C.) se expidieron decretos similares al de Roma en 382 d. C.

11.00. El canon después de 200 d. C. en el Occidente

El testimonio de Ireneo, de Tertuliano y del Fragmento Muratoriano muestra que al iniciarse el siglo III el canon del Nuevo Testamento casi se había definido en el Occidente.

Los cuatro Evangelios, los Hechos, 13 epístolas de Pablo, 1 Pedro, 1 Juan, Apocalipsis y quizá también 2 Juan y, Judas generalmente se reconocían como pertenecientes al canon. Segunda Pedro, Santiago, 3 Juan y Hebreos aún no habían alcanzado ese reconocimiento, aunque se aceptaban a veces algunas obras apócrifas.

Por lo tanto, la historia del canon después de 200 d. C. principalmente implica la aceptación de tres epístolas generales y Hebreos, y el rechazo de algunos apócrifos cuestionables. La iglesia del Occidente no contaba con tantos eruditos notables como la del Oriente, pero su disciplina eclesiástica era más vigorosa, y por eso la evolución del canon en el Occidente no implicó tantas vacilaciones como en el Oriente.

Finalmente la iglesia occidental siguió a la oriental en la aceptación de Hebreos, y al mismo tiempo en el Occidente se defendía fuertemente el Apocalipsis, libro que no fue aceptado en el Oriente durante el siglo III y parte del IV Finalmente los teólogos griegos cambiaron su actitud y aceptaron el Apocalipsis en su canon.

Durante todo el siglo III todavía las epístolas generales se usaban poco en la iglesia latina. Es muy raro encontrar citas de estos libros en los padres latinos de este período, y cuando ello ocurre son tomadas de 1 Juan y 1 Pedro; sin embargo, en el siglo IV las epístolas generales recibieron una amplia aceptación. Atestiguan de esto dos listas canónicas:

(1) La primera, que quizá provenía de África, es una lista descubierta por Teodoro Mommsen. En ella figuran cinco epístolas generales: tres cartas de Juan y dos cartas de Pedro; pero posteriormente alguien añadió a una de las dos copias existentes de este canon las palabras latinas una sola.

Esta observación corresponde tanto a las epístolas de Juan como a las de Pedro. Eso quizá indique que si bien es cierto que el autor original de esta lista reconocía como canónicas tres cartas de Juan y dos de Pedro, un lector posterior expresó su oposición a este punto de vista.

(2) La segunda lista canónica del siglo IV es el Catálogo Claromontano, encontrado entre Filemón y Hebreos en el Códice Claromontano (D), en París.

Allí están todas las siete epístolas generales en el siguiente orden: 1 y 2 Pedro, Santiago, 1, 2 y 3 Juan y Judas.

10.04. El canon entre los cristianos de habla siríaca

La formación del canon siguió un curso diferente en la iglesia de habla siríaca, que estaba al este de los límites de la Roma imperial, en la zona del alto Eufrates, Mesopotamia y Persia.

El cristianismo se arraigó hondamente en esa zona durante el siglo II, y quizá los Evangelios fueron traducidos al siríaco antes de 200 d. C. como lo indican los manuscritos Curetoniano y Sinaítico de los Evangelios.

Sin embargo, esos Evangelios parecen haber sido usados mucho menos que el Diatesarón, la armonía de los Evangelios preparada por Taciano quizá unos pocos años antes.

Durante los siglos III y IV la iglesia siria conocía el Evangelio casi exclusivamente mediante el Diatesarón.

Los dirigentes de la iglesia siria, tales como Teodoreto de Ciro y Rábula de Edesa, se esforzaron mucho en el siglo V por eliminar el Diatesarón y reemplazarlo por "el Evangelio de los separados", nombre que se daba a los cuatro Evangelios. Poco se sabe del uso que antiguamente se dio entre los de había siríaca a otros libros del Nuevo Testamento.

Según la Doctrina de Addaí, escrita hacia 350 d. C., parece que las epístolas de Pablo y los Hechos de los Apóstoles se usaban en las iglesias siríacas, junto con el Antiguo Testamento y el Diatesarón; pero no se sabe desde cuándo las iglesias de habla siríaca conocieron esos libros, o si tenían las epístolas generales y el libro del Apocalipsis.

Una lista del siglo III de los libros del Nuevo Testamento, en siríaco, encontrada en el monasterio del monte Sinaí enumera sólo los cuatro Evangelios, los Hechos y las epístolas de Pablo, incluso Hebreos.

Una nueva traducción siríaca, la Peshito, apareció con un decidido apoyo eclesiástico a comienzos del siglo V. Reemplazó al Diatesarón con los cuatro Evangelios separados y también contenía los Hechos, 14 epístolas de Pablo, 1 Pedro, 1 Juan y Santiago. De modo que el Nuevo Testamento siríaco consistía de 22 libros, y así permaneció durante muchos años.

Como resultado de las controversias cristológicas del siglo V, y por presión del Occidente, algunos cristianos de habla siríaca aceptaron el canon de 27 libros, mientras que otros retuvieron sólo 22.

10.03. El Canon de Atanasio de Alejandría

Un factor importante para dilucidar la cuestión del canon en la iglesia griega fue la declaración de Atanasio de Alejandría en su 39.a Carta festiva (367 d. C.).

Atanasio, como principal dirigente eclesiástico de su tiempo, dijo a sus obispos y al pueblo regido por esos obispos que el canon del Nuevo Testamento consistía de 27 libros.

No hizo la crítica de libro alguno ni estableció ninguna diferencia entre los libros. De todas las obras apócrifas sólo mencionó la Didachê y el Pastor de Hermas, y agregó que aunque esos dos libros no pertenecían al canon podrían ser usados para la edificación de los catecúmenos para el bautismo.

Aunque las órdenes de Atanasio sólo tenían fuerza legal en Egipto donde era reconocido como el jefe espiritual, sin embargo su personalidad era tan destacada que toda la iglesia de habla griega recibió la influencia de su veredicto.

Algunos teólogos del Oriente rechazaron el Apocalipsis hasta el mismo siglo V; pero el canon de Atanasio de 27 libros vino a ser la norma reconocida.

10.02. El Testimonio de Eusebio

En el tiempo cuando el cristianismo fue legalizado en el Imperio Romano (313 d. C.) ya se había trazado la línea de demarcación entre los libros reconocidos y los rechazados.

Por eso Eusebio, escribiendo alrededor del año 325 d. C. (Historia eclesiástica iii. 25), dividió en tres clases los libros del Nuevo Testamento que se tenían como canónicos.

(1) La primera clase comprendía los "Libros reconocidos": los cuatro Evangelios, Hechos, 14 epístolas de Pablo (incluso Hebreos), 1 Juan, 1 Pedro y Apocalipsis;

(2) La segunda clase incluía los "libros puestos en duda", que dividía en aquellos que eran "mencionados por muchos": Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y las obras "espurias": los Hechos de Pablo, el Pastor de Hermas, el Apocalipsis de Pedro, la Epístola de Bernabé, la Didachê, y el Evangelio según los hebreos.

(3) En su tercera clase Eusebio colocaba los escritos "absurdos e impíos", tales como los Evangelios de Pedro, Tomás, Matías, y los Actos de Andrés, Juan, y otros. Las afirmaciones de Eusebio revelan claramente que los cristianos habían separado categóricamente el tamo del trigo en las escrituras del Nuevo Testamento antes de que el cristianismo se convirtiera en una religión reconocida por el Estado a comienzos del siglo IV.

Los libros que él clasifica como "Libros reconocidos" y "Libros puestos en duda que sin embargo son mencionados por muchos", son los mismos 27 libros del Nuevo Testamento reconocidos como canónicos por todos los cristianos hoy día. El rechazaba todos los otros.

10.01. Controversia en cuanto al Apocalipsis

Durante el siglo III hubo en la iglesia oriental una controversia en cuanto al Apocalipsis.

Los cristianos ortodoxos no habían cuestionado antes la autenticidad de ese libro; siempre lo habían aceptado como inspirado y apostólico, y Orígenes no había expresado dudas en cuanto a la autoridad del Apocalipsis; pero sus seguidores atacaron este libro con vehemencia.

Especialmente se destacó Dionisio, obispo de Alejandría, quien escribió un tratado en el cual intentaba refutar la paternidad literaria apostólica del libro.

Los teólogos alejandrinos parecen haber atacado el Apocalipsis porque su vívida descripción de la realidad del castigo y del reino celestial no concordaba con su teología alegórica y espiritualizada.

Como resultado de esa controversia fue sacudida la fe que muchos cristianos tenían en el Apocalipsis, y por más de un siglo la iglesia oriental no estuvo segura de si ese libro debía aceptarse o no.

10.00. El canon en el Oriente después de 200 d. C.

La primera evidencia en cuanto al canon en el Oriente después de 200 d. C. proviene de Orígenes.

Orígenes observó que existía desacuerdo entre las diversas iglesias en cuanto al contenido del Nuevo Testamento, y estableció una diferencia entre los escritos generalmente reconocidos y los impugnados.

Eusebio presenta un registro de los puntos de vista de Orígenes, según los cuales eran generalmente aceptados los cuatro Evangelios, las epístolas de Pablo, 1 Pedro, 1 Juan y Apocalipsis.

Aunque Eusebio parece haberlo olvidado, debiera añadirse los Hechos, pues Orígenes claramente muestra que consideraba ese libro como perteneciente al mismo grupo.

Según el testimonio de Eusebio, en la lista de Orígenes todavía se impugnaban 2 Pedro, 2 Juan, 3 Juan y Hebreos; y que él también colocaba a Judas en esta categoría resulta evidente por sus propias declaraciones (Comentario de Mateo, xvii. 30).

Aunque el Pastor de Hermas, Bernabé y la Didachê estaban muy próximos al canon, Orígenes estaba convencido de que no eran libros apostólicos.

9.10. Resumen

Un estudio de los principales testimonios referentes al canon del Nuevo Testamento a fines del siglo II, muestra que los cuatro Evangelios, 13 epístolas de Pablo, 1 Pedro, 1 y 2 Juan, Judas, Hechos y Apocalipsis se reconocían generalmente como canónicos.

Mientras que algunos en el Occidente aún ponían en duda a Santiago, 2 Pedro, 3 Juan y Hebreos, había quienes en el Oriente no tenían escrúpulos en usar como auténticos ciertos escritos apócrifos.

Este breve estudio muestra que el canon del Nuevo Testamento durante el siglo II no resultó tanto de un proceso de coleccionar escritos apostólicos, como de un proceso de rechazar aquellos cuyo origen apostólico no pudo confirmarse.

En el transcurso de los primeros cien años de la iglesia cristiana se escribieron muchos libros. Cada secta cristiana y cada provincia había producido algunos escritos, especialmente los llamados Evangelios.

Estos libros eran copiados y distribuidos, lo que dio como resultado que el conjunto de la literatura cristiana creciera hasta alcanzar un enorme volumen.

Pronto resultó evidente que se había mezclado hiel con miel, según una expresión del Fragmento Muratoriano para describir obras que se adjudicaban un origen apostólico, pero que sin embargo contenían enseñanzas gnósticas. Se hizo, pues, necesario que hubiera una clara norma en cuanto a estos libros espurios.

Una tendencia opuesta, que intensificó la necesidad de un canon, fue la manifestada por el hereje Marción.

Éste, para tener apoyo para sus enseñanzas antijudías, no sólo rechazó todas las obras espurias sino también varios libros de indudable origen apostólico. Su rechazo de tales obras genuinamente apostólicas más el uso difundido de escritos no apostólicos, obligó a los cristianos a decidir qué aceptaban y qué rechazaban.

Un principio que adoptaron para determinar la validez de un libro era la jerarquía del autor. Rechazaban todo lo que no fuera claramente de origen apostólico, pero como una excepción aceptaron las obras de Marcos y Lucas, colaboradores íntimos de los apóstoles.

Otra base para la canonicidad era el contenido de los libros para los cuales se pedía un lugar en el Nuevo Testamento. Libros que daban a entender que eran de origen apostólico fueron rechazados cuando se encontró que contenían elementos de gnosticismo. Un ejemplo de obras tales es el seudoevangelio de Pedro.

Eusebio (Historia eclesiástica vi. 12) registra un hecho que ilustra la forma como los dirigentes de la iglesia aconsejaban en cuanto a la formación del canon.

Alrededor del año 200 d. C., la Iglesia de Roso, cerca de Antioquía, parece que estaba dividida en cuanto al uso del Evangelio de Pedro, y los miembros de esa iglesia sometieron su disputa a Serapión, obispo de Antioquía.

Este no conocía bien esa obra y, pensando que todos los cristianos de Roso eran ortodoxos, permitió su uso; pero cuando más tarde se dio cuenta del carácter gnóstico de ese evangelio, escribió una carta a los de Roso y retiró el permiso que había dado previamente.

Es sumamente interesante notar que un obispo permitió que se leyera en la iglesia un libro desconocido para él, sin duda porque llevaba el nombre de un apóstol como su autor; pero lo prohibió tan pronto como reconoció, debido a su contenido, su carácter espurio y su falsa paternidad literaria.

Pueden haber sucedido con frecuencia casos semejantes, aunque no se ha conservado el registro de tales decisiones.