Tanto la evidencia externa como la interna afirman concluyentemente la paternidad literaria paulina de la epístola.
La evidencia externa se remonta hasta la generación que siguió inmediatamente a la de los apóstoles. Citas tomadas de esta epístola por muchos de los antiguos padres de la iglesia y por escritores de la época, así como referencias a ella, proporcionan un abundante testimonio en cuanto a que es fidedigna.
En su carta a los corintios (c. 95 d.C.), unos 35 años después de la de Pablo, Clemente Romano se ocupa de las mismas condiciones que había en Corinto en los días de Pablo (Primera epístola de Clemente a los corintios 46). Es indudable que la iglesia de Corinto no había experimentado un gran cambio, pues aún persistían muchos de los antiguos problemas.
Policarpo (m. c. 155 d. C.), obispo de Esmirna, al escribir a los filipenses, cita 2 Cor. 8: 21 (Epístola 6).
Ireneo, obispo de Lyon, en su tratado Contra herejías ii. 30. 7 (c. 180 d. C.), cita y comenta la descripción que hace Pablo de haber sido arrebatado al tercer cielo (2 Cor. 12: 2-4).
Clemente de Alejandría (c. 200 d. C.) cita a 2 Corintios no menos de 20 veces (ver Stromata i. 1. 11; ii. 1920; etc.).
Tertuliano de Cartago (c. 220 d. C.), el llamado padre de la teología latina, con frecuencia cita a 2 Corintios (Scorpiace 13; Contra Marción v. 11- 12; Sobre la resurrección de la carne 40, 43-44).
La evidencia interna señala inconfundiblemente a Pablo como su autor. El estilo es de Pablo. En la epístola se hacen muchas referencias a Pablo, a sus vicisitudes en Corinto y a su primera epístola a la iglesia de esa ciudad.
Muchos eruditos bíblicos consideran que esta epístola presenta el cuadro más claro y más completo de la naturaleza de Pablo, de su personalidad y carácter. La espontaneidad histórica de las experiencias registradas en esta epístola no puede ser menos que genuina.