EL DIOS QUE YO CONOZCO

20.04. GÁLATAS - Tema

El tema de la Epístola a los Gálatas es la justificación por medio de la fe de Jesucristo, lo cual presenta un contraste con el concepto judaico de la justificación por medio del cumplimiento de las "obras" prescritas en el sistema legal judío.
Esta carta ensalza lo que Dios ha hecho mediante Cristo para la salvación del hombre, y rechaza categóricamente la idea de que una persona puede ser justificada por sus propios méritos. Ensalza la dádiva gratuita de Dios, en contraste con los esfuerzos del hombre de salvarse por sí mismo.
La pregunta específica en disputa entre Pablo y los maestros de la herejía en Galacia era: el cumplimiento de las ceremonias y requisitos prescritos en el judaísmo, ¿le da derecho a una persona al favor divino y a ser aceptada por Dios? La respuesta fue un rotundo No: "el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo" (Gálatas 2: 16). El cristiano que trata de ganar la salvación mediante las "obras de la ley", está renunciando completamente a la gracia de Cristo (2: 21; 5: 4).
Los cristianos, como "hijos de la promesa" (4: 28), son "herederos" (3: 6-7, 14, 29). Ya no eran niños inmaduros en la fe para necesitar un "ayo" que los guiara (3: 23-26; 4: 1-7), pues se habían convertido en nuevas criaturas en Cristo (4: 7; 6: 15), "guiados por el Espíritu" (5: 18), y Cristo vivía por la fe en sus corazones, en donde tenían escrita la ley moral (2: 20; Hebreos 8: 10).
Pero entre tanto que los judíos se jactaban de una justificación que pretendían adquirir mediante sus propios esfuerzos, observando las leyes de Dios (Romanos 2: 17; 9: 4), los cristianos reconocían -y reconocen- que no tenían nada de qué gloriarse, excepto en el poder salvador de "la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (ver Gálatas 6: 14).
"Ley" en la epístola de Gálatas equivale a toda la revelación recibida en el Sinaí, las reglas de Dios para sus hijos: leyes morales, estatutos civiles y ritos ceremoniales; aunque posteriormente los judíos les añadieron por su cuenta un cúmulo de leyes. Pensaban equivocadamente que por sus propios esfuerzos podían obedecer perfectamente esas leyes y que con semejante obediencia podían ganar su salvación.
La Epístola a los Gálatas no se ocupa prácticamente de ninguna de esas leyes en particular, sino de la falsa idea de que alguien pueda ganar su propia salvación mediante el cumplimiento riguroso de los diversos requerimientos legales. El dilema es: o la salvación por la fe, o la salvación por las obras; ambas se excluyen entre sí.
Pablo explica que las promesas del Evangelio fueron confirmadas a Abrahán en el pacto, y que la revelación de la ley de Dios 430 años después no alteró las condiciones de ese pacto (Gálatas 3:6-9, 14-18). "La ley" no tenía el propósito de reemplazar el pacto o de proporcionar otro medio de salvación, sino de ayudar a los hombres a que entendieran las condiciones del pacto de la gracia divina y se apropiaran de ella.
"La ley" no tenía el propósito de ser un fin en sí misma, como suponían los judíos, sino un medio -un "ayo"- para guiar a los hombres a la salvación en Cristo de acuerdo con las promesas del pacto. El propósito de "la ley", su "fin", o meta, es conducir a los hombres a Cristo, no abrirles otro sendero de salvación. Sin embargo, la mayoría de los judíos voluntariamente permanecieron en la ignorancia del plan de Dios de justificar a los hombres por la fe en Cristo, y continuaron tratando de establecer su propia justicia "por las obras de la ley" (Gálatas 2: 16; ver Romanos 10: 3).
Pablo explica, además, que el pacto con Abrahán hacía provisión para la salvación de los gentiles, pero "la ley" no; y que por tal razón los gentiles debían encontrar la salvación por medio de la fe en la promesa hecha a Abrahán,y no por medio de "la ley" (Gálatas 3: 8-9, 14, 27-29).
El error y el grave problema que los judaizantes habían introducido en las iglesias de Galacia consistía en tratar de imponer sobre los conversos gentiles formas ceremoniales como la circuncisión y la observancia ritual de "los días, los meses, los tiempos y los años" (4:10; 5:2). Ese problema específico había dejado de existir, pues los cristianos ya no estaban -ni están, por supuesto- en peligro de tener que practicar las leyes rituales del judaísmo (cf. cap. 4:9; 5:1). Pero esto no equivale a decir que el libro de Gálatas tiene únicamente interés histórico, y ningún valor espiritual y pedagógico para los cristianos modernos. La inclusión de la epístola en el canon sagrado demuestra su tremendo valor e importancia para nuestros días (cf. Romanos 15: 4; 1 Corintios 10:11; 2 Timoteo 3: 16-17).
La lección que se destaca en Gálatas para la iglesia actual es la misma que en los días de Pablo: que la salvación sólo se puede lograr por medio de una fe sencilla en los méritos de Cristo (Gálatas 2: 16; 3: 2; 5: 1), y que nada de lo que el hombre pueda hacer mejora en lo más mínimo su condición delante de Dios ni incremento sus posibilidades de obtener el perdón y la redención. La ley no tiene poder para librar a los hombres de la condición de pecado en que se encuentran. Este es el "Evangelio" de Pablo en contraste con el "evangelio" pervertido delos judaizantes (1: 6-12; 2: 2, 5, 7, 14).
La carta concluye con una exhortación para que no abusaran de la libertad que poco antes habían encontrado en el Evangelio, sino para que vivieran una vida santa (cap. 6). El amor cristiano debía inducir a los gálatas a estar en guardia contra un espíritu de santidad fingida y a tratar bondadosamente a los que cayeran en error. La iglesia debía ser conocida por sus buenas obras -el fruto del Espíritu-, y no debía tratar de sustituir la fe en los méritos salvadores de Cristo con las buenas obras.