EL DIOS QUE YO CONOZCO

25.02. 2 TESALONICENSES - Autor

Tradicionalmente no se había dudado seriamente de la paternidad paulina de esta epístola. El carácter de Pablo se refleja en toda ella. La tierna consideración del apóstol por sus conversos (cap. 2: 13-11), su elogio de las virtudes de ellos (cap. 1: 3-5; 3: 4), el extremo cuidado con que señala las debilidades y, sin embargo, la enérgica naturaleza de sus órdenes llenas de autoridad (cap. 3: 6, 12), demuestran que el autor fue Pablo.

No fue sino hasta comienzos del siglo XIX que se puso seriamente en duda la paternidad literaria paulina de la sección que trata del "hombre de pecado". Se argumentó que en ninguna de las otras epístolas de Pablo hay nada de naturaleza apocalíptico; sin embargo, este hecho no hace que sea irrazonable la opinión por largo tiempo sostenida de que Pablo es el autor de la epístola. Es cierto que en ninguna otra parte trata tan directamente de un tema apocalíptico, pero el hecho de que tuviera visiones (Hechos 22: 17-21; 2 Corintios 12: 2-4) hace comprensible que pudiera haber escrito un pasaje de estilo apocalíptico. La forma en que el autor se ocupó de esta profecía es claramente paulina, pues expresa el más ferviente anhelo de que el pueblo de Dios no sea engañado en cuanto al tiempo de la venida del Señor, sino que esté preparado para ese gran acontecimiento.

La autenticidad de la epístola tiene un sólido fundamento. Además de ser mencionada en las más antiguas listas de libros del NT, los mismos antiguos escritores eclesiásticos que se refirieron a la primera epístola citan o hacen referencia a la segunda. Además, parece que era conocida por Policarpo (c. 150 d. C.; Epístola de Policarpo a los filipenses 11); y Justino Mártir (c. 150 d. C.; Diálogo con Trifón 32; 110) menciona al "hombre de pecado", aparentemente haciendo referencia a la profecía de Pablo en 2 Tesalonicenses 2: 3.