El testimonio de Ireneo, de Tertuliano y del Fragmento Muratoriano muestra que al iniciarse el siglo III el canon del Nuevo Testamento casi se había definido en el Occidente.
Los cuatro Evangelios, los Hechos, 13 epístolas de Pablo, 1 Pedro, 1 Juan, Apocalipsis y quizá también 2 Juan y, Judas generalmente se reconocían como pertenecientes al canon. Segunda Pedro, Santiago, 3 Juan y Hebreos aún no habían alcanzado ese reconocimiento, aunque se aceptaban a veces algunas obras apócrifas.
Por lo tanto, la historia del canon después de 200 d. C. principalmente implica la aceptación de tres epístolas generales y Hebreos, y el rechazo de algunos apócrifos cuestionables. La iglesia del Occidente no contaba con tantos eruditos notables como la del Oriente, pero su disciplina eclesiástica era más vigorosa, y por eso la evolución del canon en el Occidente no implicó tantas vacilaciones como en el Oriente.
Finalmente la iglesia occidental siguió a la oriental en la aceptación de Hebreos, y al mismo tiempo en el Occidente se defendía fuertemente el Apocalipsis, libro que no fue aceptado en el Oriente durante el siglo III y parte del IV Finalmente los teólogos griegos cambiaron su actitud y aceptaron el Apocalipsis en su canon.
Durante todo el siglo III todavía las epístolas generales se usaban poco en la iglesia latina. Es muy raro encontrar citas de estos libros en los padres latinos de este período, y cuando ello ocurre son tomadas de 1 Juan y 1 Pedro; sin embargo, en el siglo IV las epístolas generales recibieron una amplia aceptación. Atestiguan de esto dos listas canónicas:
(1) La primera, que quizá provenía de África, es una lista descubierta por Teodoro Mommsen. En ella figuran cinco epístolas generales: tres cartas de Juan y dos cartas de Pedro; pero posteriormente alguien añadió a una de las dos copias existentes de este canon las palabras latinas una sola.
Esta observación corresponde tanto a las epístolas de Juan como a las de Pedro. Eso quizá indique que si bien es cierto que el autor original de esta lista reconocía como canónicas tres cartas de Juan y dos de Pedro, un lector posterior expresó su oposición a este punto de vista.
(2) La segunda lista canónica del siglo IV es el Catálogo Claromontano, encontrado entre Filemón y Hebreos en el Códice Claromontano (D), en París.
Allí están todas las siete epístolas generales en el siguiente orden: 1 y 2 Pedro, Santiago, 1, 2 y 3 Juan y Judas.