31.01. SANTIAGO - Título

Es probable que esta epístola, como las otras del NT, por ser una carta, originalmente no tuviera ningún título.

El Códice Sinaítico, uno de los manuscritos más antiguos en donde se halla la Epístola de Santiago, no tiene título al comienzo de la carta; pero termina con la añadidura "Epístola de Santiago".

Otros manuscritos antiguos tienen el sencillo título en griego, ΙΑΚΩΒΟΥ ΕΠΙΣΤΟΛΗ [IAKÔBOU EPISTOLÊ] ("Epístola de Santiago").

Manuscritos posteriores dan a esta epístola el título de general o católica, porque está dirigida a toda la iglesia y no a una comunidad específica o a una persona.

Eusebio se refiere a la Epístola de Santiago como a la primera de las siete epístolas llamadas "católicas", en el sentido de "generales" o "universales" (Historia Eclesiástica, Libro II. Cap. XXIII. 25). Eran llamadas así porque estaban dirigidas a la iglesia en general, aunque esto no es completamente apropiado cuando se aplica a 2 y 3 Juan, que fueron dirigidas a personas.

Las siete epístolas desde Santiago hasta Judas estaban colocadas juntas después de Hechos en todos los primeros manuscritos, precediendo a las epístolas de Pablo.

El orden de las epístolas generales, como aparecen en las Biblias modernas, es el que generalmente se encuentra en los manuscritos principales.

30.05. HEBREOS - Bosquejo

I. El puesto supremo y la suprema autoridad de Jesucristo, 1: 1 a 2: 18.

A. Su igualdad con el Padre, 1: 1-3.

B. Su superioridad sobre los ángeles, 1: 4-14.

C. La importancia de aceptar la salvación que proporciona Cristo, 2: 1-4.

D. El propósito de la encarnación de Cristo, 2: 5-18.
1. El elevado destino de la raza humana, 2: 5-8.
2. La posibilidad de la salvación debido a la encarnación, 2: 9-18


II. El "reposo" que queda para el pueblo de Dios, 3: 1 a 4: 16.

A. La fidelidad de Cristo, nuestro apóstol y sumo sacerdote, 3: 1-6.

B. El fracaso del antiguo Israel al no entrar en el "reposo" de Dios, 3: 7-19.
1. Una exhortación a la fidelidad nuestra, 3: 7-15.
2. lncredulidad: la causa del fracaso de Israel, 3: 16-19.

C. Una exhortación a entrar en el "reposo" de Dios mediante Cristo, 4: 1-16.
1. Prueba de que permanece la promesa del "reposo", 4: 1-11.
2. Una admonición a encontrar ese "reposo" en Cristo, 4: 12-16.

III. La suprema condición de Cristo como sumo sacerdote, 5: 1 a 8: 13.

A. Cristo constituido sumo sacerdote por el Padre, 5: 1-10.
1. La función de un sumo sacerdote, 5: 1-3.
2. La designación de Cristo, 5: 4-6.
3. La preparación de Cristo para servir como sumo sacerdote, 5: 7-10.

B. Exhortación a aceptar a Cristo como sumo sacerdote, 5: 11 a 6: 20.
1. La lentitud de muchos para comprender el papel de Cristo como sumo sacerdote, 5: 11-14.
2. La confianza del autor de que sus lectores crecerán en entendimiento, 6: 1-12.
3. La certeza de la esperanza cristiana, 6: 13-20.

C. Cristo como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec, 7: 1-28.
1. La elevada posición de Melquisedec, 7: 1-4.
2. El sacerdocio de Melquisedec anterior y superior al aarónico, 7: 5-11.
3. El sacerdocio aarónico reemplazado por el de Cristo, 7: 12-24.
4. La eficacia y permanencia del sacerdocio de Cristo, 7: 25-28.

D. Cristo como sumo sacerdote del santuario celestial, 8: 1-5.

E. El nuevo pacto, bajo el cual Cristo es el sumo sacerdote, 8: 6-13.


IV. El ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote, 9: 1 a 10: 22.

A. Una descripción del santuario terrenal y sus servicios, 9: 1-7.

B. El significado simbólico del santuario terrenal, 9: 8-14.

C. Cristo como mediador del nuevo pacto, 9: 15-28.
1. Ratificación del antiguo pacto y dedicación de su santuario mediante sangre, 9: 15-22.
2. La sangre de Cristo da eficacia al nuevo pacto, 9: 23-28.

D. El sacrificio de Cristo superior al sacrificio de animales, 10: 1-22.
1. La ineficacia de sacrificios de animales, 10: 1-4.
2. La eficacia y permanencia del sacrificio de Cristo, 10: 5-18.
3. La exhortación a aceptar el ministerio sacerdotal de Cristo, 10: 19-22.

V. Una exhortación a la fidelidad y a la vida piadosa, 10: 23 a 13: 17.

A. En vista del día del juicio y de la venida de Cristo, 10: 23-39.

B. En vista del fiel ejemplo de ilustres personajes antiguos, 11: 1 a 12: 2.

C. A pesar de las pruebas y las persecuciones, 12: 3-13.

D. A pesar de las tentaciones, 12: 14-29.

E. Respecto a situaciones específicas de la vida diaria, 13: 1-17.

VI. Bendición apostólica y saludo personal, 13: 18-25.

30.04. HEBREOS - Tema

El libro de Hebreos consiste esencialmente de una comparación y un contraste entre los símbolos mediante los cuales Dios presentó el plan de salvación a su pueblo escogido en los días del AT, y la realidad del ministerio de Cristo en favor de los pecadores a la luz de la cruz.

Las experiencias del antiguo Israel bajo el sistema simbólico son presentadas como una lección y una advertencia para los cristianos. Mediante el sistema simbólico y las experiencias de Israel que vivió bajo ese sistema, Pablo procura desarrollar una comprensión y un aprecio más completos por el ministerio de Cristo en las moradas celestiales.

30.03. HEBREOS - Marco histórico

La cuestión que quizá produjo el resquebrajamiento más profundo en la iglesia apostólica fue, sin duda alguna, el tema de la ley ceremonial y su observancia por los cristianos. El concilio de Jerusalén había liberado a los cristianos de origen gentil de las obligaciones propias de esa ley, pero psicológicamente la gran comunidad cristiana de origen judío, de Palestina, no estaba preparada para participar de esa libertad. Esos cristianos pensaban, a no dudarlo, que porque eran judíos debían practicar esos ritos. No se daban cuenta de que para todos, sin excepción, los ritos ceremoniales habían encontrado su cumplimiento en Jesucristo. Esta situación hizo surgir una malsana tensión en la iglesia, ya que un amplio sector seguía un complicado sistema de vida religiosa ignorado por otro sector.

Pablo y quienes lo acompañaban, comprendían suficientemente bien los ritos mosaicos y las ceremonias para evaluarlos correctamente y darles su debido lugar en el plan de salvación. Pablo conocía la naturaleza transitoria de ese sistema y sabía que ya se había cumplido el período para su abrogación. La iglesia cristiana de origen judío, cuyo centro estaba en Jerusalén, parecía desconocer las calamidades que pronto sobrevendrían a esa ciudad. Los cristianos de origen judío aún guardaban las fiestas, seguían sacrificando como en años anteriores y continuaban en su celo por la ley ceremonial (ver Hechos 15). Tenían sólo un vago concepto de la obra de Cristo en el santuario celestial; sabían poco de su ministerio; no comprendían que sus sacrificios eran inútiles debido al gran sacrificio del Calvario. Esos millares de cristianos judaicos "todos... celosos por la ley" (Hechos 21:20), tendrían que enfrentarse a una crisis cuando fueran destruidos la ciudad y el templo. Esto evidentemente ocurrió sólo un corto tiempo después de que se escribió la Epístola a los Hebreos.

Había llegado el tiempo cuando los ojos de los cristianos de origen judío debían abrirse a las realidades celestiales. Cuando su templo fuera destruido, les sería necesario que su fe se basara en algo seguro y firme que no fallara. Si su atención pudiera fijarse en el Sumo Sacerdote celestial, en el santuario y en los sacrificios mejores que los de becerros y machos cabríos, no desfallecerían cuando desapareciera el santuario terrenal. Pero si no tenían esta esperanza, si carecían de una visión del santuario del cielo, se sentirían confundidos y perplejos cuando vieran la destrucción del templo en que tanto habían confiado. Era importante que los cristianos judíos entendieran estas cosas, no sólo por ellos mismos sino también para beneficio de las iglesias gentiles que estaban en las provincias, entre las cuales serían esparcidos los creyentes de Jerusalén durante la guerra con Roma que era inminente.

Se cree que en esa hora de crisis apareció el libro de Hebreos. Contenía precisamente la ayuda necesaria: luz acerca del tema del santuario, de Cristo como Sumo Sacerdote, de la sangre "que habla mejor que la de Abel" (cap. 12: 24); del reposo que queda para los hijos de Dios (cap. 4: 9); de la bendita esperanza que es "segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo" (cap. 6: 19).