EL DIOS QUE YO CONOZCO
15.05. JUAN - Bosquejo
II. Comienzos del ministerio, bautismo hasta la pascua, 27-28 d. C., 1: 19 a 2:12.
III. Ministerio en Judea, de pascua a pascua, 28-29 d. C., 2: 13 a 5: 47.
A. En la primera pascua, 2: 13 a 3: 21.
B. Ministerio en Judea, 3: 22-36.
C. Retiro temporario de Judea, 4: 1-54.
D. En la segunda pascua, 5: 1-47.
IV. Ministerio en Galilea, de pascua a pascua, 29-30 d. C., 6: 1 a 7: 1.
V. Ministerio, de pascua a pascua, 30-31 d. C., 7: 2 a 11: 57.
A. En la fiesta de los tabernáculos, 30 d. C., 7: 2 a 10: 21.
B. En la fiesta de la dedicación, invierno (diciembre-febrero), 30-31 d. C., 10: 22-42.
C. La resurrección de Lázaro, 11: 1-57.
VI. Ministerio final en Jerusalén, pascua, 31 d. C., 12: 1 a 19: 42.
A. Acontecimientos previos a la semana de la pasión, 12: 1-11.
B. Los dirigentes judíos rechazan a Jesús, 12: 12-50.
C. La última cena, 13: 1-30.
D. Enseñanzas antes de partir, 13: 31 a 16: 33.
E. Oración de intercesión de Jesús, 17: 1-26.
F. Getsemaní, 18: 1-12.
G. El enjuiciamiento, 18: 13 a 19: 16.
H. La crucifixión y la inhumación, 19: 17-42.
VII. La resurrección; apariciones posteriores; 20: 1-29; 21: 1-23.
VIII. Epílogo, 20: 30-31; 21: 24-25.
15.04. JUAN - Tema
Habían transcurrido unos 30 años desde que se escribieron los Evangelios sinópticos, y el anciano Juan, único sobreviviente de los doce, sintió el deseo de presentar de nuevo la vida de Cristo, a fin de contrarrestar las fuerzas malignas que amenazaban destruir la iglesia.
hubo un tiempo cuando pesó sobre el Evangelio de Juan la acusación de que tendía hacia el gnosticismo. El pensamiento gnóstico cristiano giraba en torno del concepto de que, en esencia, el bien y el mal deben identificarse con el espíritu y la materia, respectivamente. Se enseñaba que aquellos en cuyas almas reside una chispa de la luz celestial son prisioneros en este mundo de materia. Se afirmaba que la salvación consiste en obtener el conocimiento necesario para escapar del reino de la materia al reino del espíritu. El gnosticismo negaba la verdadera encarnación de Cristo y sostenía que la forma humana que los hombres creían ver era una apariencia. El Cristo divino -según el gnosticismo-, había entrado en el Jesús humano en su bautismo, y se había retirado antes de su muerte en la cruz.
Indudablemente, Juan procuraba contrarrestar, al menos en parte, estos falsos conceptos acerca del pecado y de la salvación mediante su relato de la vida de Jesús.
Con buen criterio, emanado de la inspiración, Juan se abstiene de atacar directamente el gnosticismo, y se limita a la declaración positiva de la verdad. Es digno de notar que - evidentemente, en forma intencional- evita el uso de ciertos sustantivos griegos tales como γνωσις [gnôsis] "conocimiento", πιστις [pístis] "fe", y σοφια [sophía] "sabiduría", palabras claves del vocabulario gnóstico.
Exceptuando unos pocos casos notables -las bodas de Caná, la visita a Sicar, la curación del hijo del "oficial", la alimentación de los 5.000 y el sermón acerca del pan de vida- Juan trata exclusivamente, y a menudo extensamente, aquellos sucesos ocurridos en Judea que implicaban a los dirigentes de la nación judía. En este sentido, su Evangelio es un complemento de los sinópticos, que se ocupan ampliamente del ministerio en Galilea y pasan por alto en relativo silencio la mayoría de los hechos ocurridos en Judea.
Existen otras diferencias entre Juan y los sinópticos.
También hace resaltar la importancia de creer la verdad acerca de Jesús. Para esto usa la palabra "creer" o su equivalente más de 100 veces. Si bien es cierto que el Evangelio según Juan es nuevo y definidamente cristiano en sus conceptos, se estima que 427 de sus 879 versículos reflejan el AT, ya sea por cita directa o por alusión.
15.03. JUAN - Marco histórico
15.02. JUAN - Autor
Este Evangelio es anónimo en el sentido de que, por razones conocidas sólo por el autor, éste evita deliberadamente toda mención de su persona por nombre.
No se identifica como uno de los dos discípulos que primero siguieron a Jesús (cap. 1:37), y con obvia modestia se refiere a sí mismo con las expresiones: "aquel discípulo" (cap. 21:23), "el discípulo a quien amaba Jesús" (vers. 20), "el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas" (vers. 24).
Desde muy antiguo, la tradición cristiana ha señalado a Juan el amado, no sólo como la fuente de información, sino también como el escritor del Evangelio que lleva su nombre.
Juan se distinguió por sobre los otros doce como "el discípulo a quien amaba Jesús" (cap. 21: 20). La llama de la lealtad personal y de la ardiente dedicación a su Maestro parecía arder más pura y más brillante en su corazón que en el de sus compañeros.
Así como Cristo, por ser el único que conocía perfectamente al Padre, era el único que podía revelarlo perfectamente, así también Juan estaba en magníficas condiciones para presentar, en su Evangelio, las sublimes verdades acerca de Cristo.
Cuando Juan y su hermano Jacobo llegaron por primera vez a Cristo, recibieron el apodo de "hijos del trueno". Eran orgullosos, seguros de sí mismos, ambiciosos de honores, iracundos; se ofendían fácilmente; a menudo albergaban el deseo de vengarse y, ciertamente, lo llevaban a cabo cuando tenían la oportunidad. Eran graves defectos, y es indudable que Juan no fue escogido como discípulo por tener un carácter agradable o noble. Pero, por debajo de esta apariencia desalentadora Jesús discernió un corazón ardiente, sincero y amante. Fue al comienzo un alumno lerdo, pero en quien el Maestro vio un apóstol dinámico. Cuando Juan tomó sobre sí el yugo de Cristo, se transformaron su carácter y toda su vida.
Al contemplar a Jesús, Juan sintió el supremo anhelo de asemejarse a su Maestro. Era menor que los otros discípulos y, con la confianza y la admiración que la juventud siente por un héroe, le abrió el corazón a Jesús. Siempre estaba al lado de su Maestro y, como resultado de entregarse más de lleno a la influencia de esa vida perfecta, llegó a reflejarla más plenamente que sus compañeros. Su espíritu era más receptivo, más sumiso. Cuando la pura luz del Sol de justicia le reveló uno tras otro sus defectos, se humilló y aceptó el reproche implícito en la vida perfecta de Cristo y explícito en sus palabras de consejo y reprobación. A medida que entregaba su vida a la influencia del Salvador, el amor y la gracia divinos lo fueron transformando.
El hogar de la infancia de Juan estaba en Betsaida, una aldea de pescadores en la orilla norte del mar de Galilea. Su padre parece haber sido un hombre de bastantes recursos y de cierta posición social, y su madre se unió al grupo de mujeres piadosas que suplían las necesidades de Jesús y de los doce en sus viajes por Galilea y por otras partes de Palestina. Juan fue miembro de ese círculo íntimo de tres hombres a quienes Jesús tuvo como compañeros especiales, y que compartieron con él las vivencias más profundas de la misión de su vida.
Ya en la cruz, Jesús le encomendó a Juan el cuidado de su madre. La tradición cuenta que muchos años más tarde ella fue a vivir con el apóstol a Efeso, donde él dirigía las comunidades cristianas de la región. Juan fue el primero de los discípulos en llegar a la tumba en la mañana de la resurrección, y el primero en comprender la gloriosa verdad de que el Señor había resucitado (cap. 20: 8).
Desde ese momento se dedicó por entero a proclamar al Salvador crucificado, resucitado y próximo a volver, dando testimonio de lo que había oído, visto y experimentado del "Verbo de vida" (1 Juan 1:1-2).