Los leccionarios contienen colecciones de pasajes bíblicos usados en las iglesias para las lecturas de las Escrituras correspondientes a cada semana del año litúrgico. Algunos contienen lecturas sólo para sábados y domingos; otros contienen todas las lecturas correspondientes a los días de entre semana.
El número de estos manuscritos es de 2.135. Aunque su valor es muy pequeño para la reconstrucción del texto original, pues casi todos estos manuscritos son copias tardías, ayudan a identificar los lugares de origen y el ámbito geográfico en que se esparcieron ciertas variantes, ya que se conocen con frecuencia los monasterios e iglesias en que fueron escritos.
La presentación de un resumen de los manuscritos disponibles del Nuevo Testamento revela que, afortunadamente, los eruditos tienen a su alcance algunos manuscritos que distan poco del tiempo de sus autores originales.
Los grandes unciales - el Vaticano y el Sinaítico - fueron escritos unos 250 años después de los apóstoles, y los papiros Beatty y Bodmer son un siglo más antiguos, de modo que hay un intervalo de poco más de 100 años entre la escritura de los originales y la producción de las copias más antiguas que ahora tenemos.
En este respecto el erudito neotestamentario es mucho más afortunado que el que se ocupa de las obras griegas famosas de la antigüedad.
Por ejemplo, los escritos de Sófocles, Esquilo, Eurípides, Aristófanes, Platón y otros, sólo se conocen a través de copias medievales escritas con minúsculas, de 12 a 16 siglos después de la muerte de sus autores.
Las copias de las obras latinas están generalmente a una distancia de 500 a 700 años de sus autores.
Debido a que los manuscritos existentes del Nuevo Testamento llegan mucho más cerca de los originales, se puede confiar en que las ediciones eruditas modernas del Nuevo Testamento griego virtualmente no varían en ningún punto importante de los manuscritos de los autores originales.