EL DIOS QUE YO CONOZCO

35.01. 2 JUAN - Título

En los antiguos manuscritos gríegos el título es sencillamente ΙΩΑΝΝΟΥ Β΄ [IÔANNOU B], literalmente, "De Juan 2". Ver lo que se dice en cuanto al título de la primera epístola.

No disponemos de ninguna evidencia externa por la que podamos saber si esta carta es la segunda en orden cronológico, pero por medio de una comparación del texto de las tres epístolas atribuidas a Juan, parece probable que ésta fue escrita después de la primera.

La que llamamos segunda parece referirse al contenido de la primera en una forma que es natural si es que el autor ya había escrito la carta más larga, pero que sería extraño si la más corta hubiera sido escrita primero:

2 Juan
"Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio. Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo... Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo... Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido" (2 Juan 5-7, 9, 12).

1 Juan
"Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido... El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él... Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio... Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo... El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1 Juan 1: 4; 2: 4-5, 7, 18; 5: 10-12).

34.05. 1 JUAN - Bosquejo

I. Introducción, 1: 1-4.

A. Declaración de haber tenido trato personal con Cristo, el Verbo de vida, 1: 1-3 p. p.

B. Propósito al escribir la epístola, 1:3 ú. p.-4.
1. Fomentar la comunión con los cristianos, con Dios y Cristo, 1: 3 ú. p.
2. Producir plenitud de gozo, 1: 4.


II. Los requisitos para tener comunión con Dios y el hombre, 1: 5-10.

A. Caminar en la luz, 1: 5-7.
B. Confesión de los pecados, 1: 8-10.


III. Exhortación a una vida sin pecado, 2: 1-28.

A. Cristo el abogado y propiciación por el pecado, 2: 1-2.

B. Andar como él anduvo, 2: 3-6.

C. El mandamiento nuevo, 2: 7-11.

D. Exhortaciones personales a los hijos espirituales, 2: 12-28.
1. Razones para escribir, 2: 12-14.
2. No amar al mundo, 2: 15-17.
3. Cuidarse de los anticristos y sus herejías, 2: 18-26.
4. Permanecer en Cristo a fin de prepararse para su venida, 2: 27-28.


IV. Los hijos de Dios en contraste con los hijos del diablo, 2: 29 a 3: 24.

A. La justicia de los hijos de Dios, 2: 29 a 3:7.

B. El que practica el pecado es del diablo, 3: 8-9.

C. El que no ama a su hermano es del diablo, 3: 10-18.

D. Dios asegura la salvación a sus hijos, 3: 19-24.


V. Verdad, amor y fe son esenciales para la comunión con Dios, 4: 1 a 5: 12.

A. El espíritu de verdad y el espíritu de error, 4: 1-6.

B. El amor es de Dios, pues Dios es amor, 4: 7-21.

C. La fe produce victoria y vida, 5: 1-12.


VI. Conclusión, 5: 13-21.

A. Repetición del propósito, 5: 13.

B. Admonición a una vida libre de pecado, 5: 14-17.

C. Exhortación final a conocer a Dios y a su Hijo, 5: 18-21.

34.04. 1 JUAN - Tema

El propósito principal de la epístola es pastoral. Juan escribe con amor a sus hijos espirituales para que puedan estar mejor preparados para vivir la vida cristiano. El amor es la nota dominante de la carta. El marco es una exhortación sencilla aunque profundamente espiritual.

"Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" (1 Juan 4: 8).

"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. "Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros" (1 Juan 4: 10-11).

Pero esos elevados temas se proyectan dentro de un marco de oposición, lo que da a la epístola un propósito tanto polémico como pastoral.

Es claro que algunas herejías habían perturbado a la iglesia, y que algunos falsos maestros dentro de ella habían tratado de pervertir la fe:

"Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros" (1 Juan 2: 18-19).

Aunque habían dejado la iglesia, su influencia perduraba y continuamente amenazaba con perjudicarla. Juan escribe para contrarrestar ese peligro, para afianzar a los miembros en las doctrinas cristianas esenciales y para hacer que la verdad sea tan atrayente que los seguidores de Cristo no sean seducidos por el error.

La herejía básica contra la cual lucha Juan ha sido identificada como una especie de protognosticismo, que enseñaba un conocimiento (gnôsis) falso (ver JUAN - Tema; Gnósticos I; II; III; IV; V y VI).

Por el énfasis que se le da en la epístola, parece que la oposición provenía de dos principales formas de gnosticismo: el docetismo y la enseñanza de Cerinto. La herejía de ambos se refería a la naturaleza de Cristo. El docetismo negaba la realidad de la encarnación y enseñaba que Cristo tenía un cuerpo humano sólo en apariencia (ver Los docetistas; Docetismo y gnosticismo).

La segunda herejía se originó en Cerinto, uno de los contemporáneos de Juan, quien se educó en Egipto y luego enseñó en el Asia Menor y propagó enseñanzas judaizantes. Cerinto enseñaba que Jesús había nacido en forma natural de José y María, y Cristo entró en el cuerpo de Jesús en ocasión de su bautismo, pero que se retiró o salió antes de la crucifixión (ver El apóstol Juan; Gnósticos IV).

Los originadores y paladines de esas herejías son gráficamente descritos por Juan como "anticristos" (cap. 2: 18, 22; 4: 3) y "falsos profetas" (cap. 4: 1).

Para combatir esos errores, Juan destaca:

(1) La realidad de la naturaleza humana y visible de Cristo durante la encarnación:

"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 1: 1-3).

(2) Que el Salvador vino en la carne:

"En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios" (1 Juan 4: 2) y

(3) Que los creyentes pueden disfrutar de ese verdadero conocimiento como opuesto a la falsa gnosis:

"Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna" (1 Juan 5: 20) .

Estas controversias antiguas tienen un gran significado en nuestro tiempo, pues se sigue cuestionando la divinidad de Cristo. Un estudio de esta epístola encauzará la mente del lector a la verdad de la encarnación y permitirá que capte una elevada visión del Hijo de Dios, quien fue enviado para ser la propiciación por los pecados de todo el mundo.

34.03. 1 JUAN - Marco histórico

En la epístola no hay ninguna referencia específica al autor, a las personas a las cuales fue dirigida la carta, al lugar desde el cual fue escrita, o al tiempo cuando se escribió, por lo tanto, las conclusiones relativas a su marco histórico tienen que deducirse de la evidencia interna.

Esa evidencia debe unirse estrechamente con las conclusiones aceptadas acerca del autor y la fecha del cuarto Evangelio.

Nosotros aceptamos que Juan es el autor del Evangelio y también de esta epístola, y por tal razón la pregunta más importante es la siguiente: ¿Cuál de los dos se escribió primero, el Evangelio o la epístola?

No es posible dar una respuesta definitiva, y la opinión de los eruditos se ha inclinado en una u otra dirección; pero es difícil negar que la epístola presupone el conocimiento que ya tenían los cristianos del Evangelio de Juan, y que se apoya en él. Si se le da su debido valor a este argumento, entonces parece que la epístola fue escrita después que el Evangelio y hasta podría pensarse que fue un apéndice de él.

Además, es fácil reconocer que antes de registrar por escrito sus recuerdos y profundas meditaciones, el apóstol tuvo que haber pensado mucho en cuanto al contenido de su Evangelio y haberlo enseñado a su grey. Por eso es posible que la epístola sea anterior al Evangelio.

Por éstas y otras consideraciones más técnicas no es posible que por la evidencia interna se llegue a una conclusión firme en cuanto a las fechas de la escritura de ambos libros.

Pero lo que sí es claro es que la epístola fue escrita por un anciano al que le parecía apropiado dirigirse a sus conversos como a "hijitos", (cap. 2: 1, 12, 18, 28; 3: 7, 18; 4: 4; 5: 21).

No se dice a quiénes se dirigió la carta, pero es obvio que fue enviada a un grupo conocido de cristianos con los cuales tenía trato personal el reverenciado autor. Todavía no se ha presentado ninguna razón concluyente para rechazar la tradición, ampliamente aceptada, de que Juan la escribió en su ancianidad para los creyentes de Efeso, o de Asia Menor, donde él había ejercido su ministerio.

La fecha cuando se escribió podría ubicarse entre el año 90 y el 95 d. C. (ver El apostol Juan).

Hay evidencias de que la epístola existía a comienzos del siglo II:

Policarpo, que tiene fama de haber conocido personalmente a varios de los apóstoles, emplea palabras que se parecen mucho a 1 Juan 4: 3 (Epístola de Policarpo a los Filipenses VII , c. 115 d. C.).

Eusebio afirma: "Entre los escritos de Juan, además del Evangelio, es admitida sin controversia alguna su primera epístola, tanto por los más recientes cuanto por todos los antiguos" (Historia Eclesiástica III, 24, 17).

Ireneo (c. 200d. C.) identifica varios versículos que cita como procedentes de la primera y la segunda epístolas de Juan (Ireneo, Contra herejías III. 16. 5, 8).
El Fragmento Muratoriano (c. 170 d. C.) no sólo incluye en su canon la primera epístola y la segunda, sino que las atribuye al apóstol Juan.

Por lo tanto, es evidente que la primera epístola fue reconocida como legítima desde muy antiguo y su lugar en el canon está firmemente afianzado.