EL DIOS QUE YO CONOZCO

11.01. El decreto de Roma en 382 d. C.

La decisión final acerca del canon del Nuevo Testamento fue tomada por la iglesia latina en 382 d. C., cuando el sínodo de Roma, presidido por el papa Dámaso, decretó oficialmente que las siete epístolas generales forman parte integral del Nuevo Testamento.

Este decreto atribuyó la Primera Epístola de Juan al apóstol, y las otras dos a otro Juan, que se suponía que fue un presbítero.

La iglesia del norte de Africa siguió ese ejemplo, y en los concilios de Hipona (393 d. C.) y 3.o de Cartago (397 d. C.) se expidieron decretos similares al de Roma en 382 d. C.

11.00. El canon después de 200 d. C. en el Occidente

El testimonio de Ireneo, de Tertuliano y del Fragmento Muratoriano muestra que al iniciarse el siglo III el canon del Nuevo Testamento casi se había definido en el Occidente.

Los cuatro Evangelios, los Hechos, 13 epístolas de Pablo, 1 Pedro, 1 Juan, Apocalipsis y quizá también 2 Juan y, Judas generalmente se reconocían como pertenecientes al canon. Segunda Pedro, Santiago, 3 Juan y Hebreos aún no habían alcanzado ese reconocimiento, aunque se aceptaban a veces algunas obras apócrifas.

Por lo tanto, la historia del canon después de 200 d. C. principalmente implica la aceptación de tres epístolas generales y Hebreos, y el rechazo de algunos apócrifos cuestionables. La iglesia del Occidente no contaba con tantos eruditos notables como la del Oriente, pero su disciplina eclesiástica era más vigorosa, y por eso la evolución del canon en el Occidente no implicó tantas vacilaciones como en el Oriente.

Finalmente la iglesia occidental siguió a la oriental en la aceptación de Hebreos, y al mismo tiempo en el Occidente se defendía fuertemente el Apocalipsis, libro que no fue aceptado en el Oriente durante el siglo III y parte del IV Finalmente los teólogos griegos cambiaron su actitud y aceptaron el Apocalipsis en su canon.

Durante todo el siglo III todavía las epístolas generales se usaban poco en la iglesia latina. Es muy raro encontrar citas de estos libros en los padres latinos de este período, y cuando ello ocurre son tomadas de 1 Juan y 1 Pedro; sin embargo, en el siglo IV las epístolas generales recibieron una amplia aceptación. Atestiguan de esto dos listas canónicas:

(1) La primera, que quizá provenía de África, es una lista descubierta por Teodoro Mommsen. En ella figuran cinco epístolas generales: tres cartas de Juan y dos cartas de Pedro; pero posteriormente alguien añadió a una de las dos copias existentes de este canon las palabras latinas una sola.

Esta observación corresponde tanto a las epístolas de Juan como a las de Pedro. Eso quizá indique que si bien es cierto que el autor original de esta lista reconocía como canónicas tres cartas de Juan y dos de Pedro, un lector posterior expresó su oposición a este punto de vista.

(2) La segunda lista canónica del siglo IV es el Catálogo Claromontano, encontrado entre Filemón y Hebreos en el Códice Claromontano (D), en París.

Allí están todas las siete epístolas generales en el siguiente orden: 1 y 2 Pedro, Santiago, 1, 2 y 3 Juan y Judas.

10.04. El canon entre los cristianos de habla siríaca

La formación del canon siguió un curso diferente en la iglesia de habla siríaca, que estaba al este de los límites de la Roma imperial, en la zona del alto Eufrates, Mesopotamia y Persia.

El cristianismo se arraigó hondamente en esa zona durante el siglo II, y quizá los Evangelios fueron traducidos al siríaco antes de 200 d. C. como lo indican los manuscritos Curetoniano y Sinaítico de los Evangelios.

Sin embargo, esos Evangelios parecen haber sido usados mucho menos que el Diatesarón, la armonía de los Evangelios preparada por Taciano quizá unos pocos años antes.

Durante los siglos III y IV la iglesia siria conocía el Evangelio casi exclusivamente mediante el Diatesarón.

Los dirigentes de la iglesia siria, tales como Teodoreto de Ciro y Rábula de Edesa, se esforzaron mucho en el siglo V por eliminar el Diatesarón y reemplazarlo por "el Evangelio de los separados", nombre que se daba a los cuatro Evangelios. Poco se sabe del uso que antiguamente se dio entre los de había siríaca a otros libros del Nuevo Testamento.

Según la Doctrina de Addaí, escrita hacia 350 d. C., parece que las epístolas de Pablo y los Hechos de los Apóstoles se usaban en las iglesias siríacas, junto con el Antiguo Testamento y el Diatesarón; pero no se sabe desde cuándo las iglesias de habla siríaca conocieron esos libros, o si tenían las epístolas generales y el libro del Apocalipsis.

Una lista del siglo III de los libros del Nuevo Testamento, en siríaco, encontrada en el monasterio del monte Sinaí enumera sólo los cuatro Evangelios, los Hechos y las epístolas de Pablo, incluso Hebreos.

Una nueva traducción siríaca, la Peshito, apareció con un decidido apoyo eclesiástico a comienzos del siglo V. Reemplazó al Diatesarón con los cuatro Evangelios separados y también contenía los Hechos, 14 epístolas de Pablo, 1 Pedro, 1 Juan y Santiago. De modo que el Nuevo Testamento siríaco consistía de 22 libros, y así permaneció durante muchos años.

Como resultado de las controversias cristológicas del siglo V, y por presión del Occidente, algunos cristianos de habla siríaca aceptaron el canon de 27 libros, mientras que otros retuvieron sólo 22.

10.03. El Canon de Atanasio de Alejandría

Un factor importante para dilucidar la cuestión del canon en la iglesia griega fue la declaración de Atanasio de Alejandría en su 39.a Carta festiva (367 d. C.).

Atanasio, como principal dirigente eclesiástico de su tiempo, dijo a sus obispos y al pueblo regido por esos obispos que el canon del Nuevo Testamento consistía de 27 libros.

No hizo la crítica de libro alguno ni estableció ninguna diferencia entre los libros. De todas las obras apócrifas sólo mencionó la Didachê y el Pastor de Hermas, y agregó que aunque esos dos libros no pertenecían al canon podrían ser usados para la edificación de los catecúmenos para el bautismo.

Aunque las órdenes de Atanasio sólo tenían fuerza legal en Egipto donde era reconocido como el jefe espiritual, sin embargo su personalidad era tan destacada que toda la iglesia de habla griega recibió la influencia de su veredicto.

Algunos teólogos del Oriente rechazaron el Apocalipsis hasta el mismo siglo V; pero el canon de Atanasio de 27 libros vino a ser la norma reconocida.